Editorial

ROL DEL GOBIERNO Y DE LAS RELIGIONES

Tomado de: Revista Ariel Nº43, Vol.5, Enero, Febrero de 1945
Artículo reeditado el 21 de Diciembre de 2002 en el libro “PAZ”,
Selección de Artículos del Pr. OM Lind Schernrezig

El gobierno debe ser ejemplar en sus desenvolvimientos, y lejos de imponerse, competir y explotar, debe SERVIR. Él es sirviente autorizado del pueblo.

Tanto el gobierno como las sociedades de individuos deben tener una finalidad de servicio y educación. De otro modo son organismos explotadores.

Deben facilitar la tarea del individuo en asegurarse una mejor función social, y por ende una mejor convivencia.

Hacer de la religión y la política una filosofía práctica de Amistad y Servicio para todo el mundo, sin discriminación racial, social, o religiosa y desprovista de prejuicios, debe ser el propósito inmediato del Gobierno y de todas las organizaciones culturales, idealistas, masónicas, místicas, religiosas o políticas, obviando toda intolerancia con benevolencia, promoviendo la mutua asistencia entre todos los hombres por la comprensión, enalteciendo la generosidad y el respeto recíproco, y en fin combatiendo toda superstición con la divulgación amplia, científica y el intenso acervo cultural.

En "Mein Kampf" leemos el siguiente desatino, que tal vez sea cierto de los pueblos totalitarios pero no de los democráticos: "la masa de nuestro pueblo, ese inmenso rebaño de borregos tan fáciles de conducir, cree y obedece porque es demasiado estúpido para comprender". En cambio, el apóstol Martí aduce: "Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida es el verdadero jefe de las revoluciones", y nosotros hemos dicho: "Los pueblos son el alma y la sustancia de la evolución humana, y cuando se cansan de ser tiranizados, se rebelan, arman revoluciones; pero de todos modos no progresan sino evolucionando paulatinamente al compás de sus aspiraciones y sacrificios, y en el fondo saben que toda la vida es esto y no de las contiendas armadas".

El pueblo es tardío en comprender, pero es susceptible de educación y cultura, y si no gozan de estos beneficios, la culpa de ello es de los gobiernos y de las organizaciones sociales que nada hacen por lograr e instituirlos.

El momento actual se presta para todas las innovaciones, porque es de general transformación en todos los órdenes de cosas. Conviene, pues, prepararse para los reajustes del porvenir de la difícil época de la post-guerra que debemos empeñarnos por hacerla lo más beneficiosa posible, en vez de pronunciarse aterradoramente como una herida abierta y purulenta, dejando a la humanidad sin esperanzas ni energías, sin ansias superativas y entregada a sus vicios y taras de siempre.

Esta es una hora de rehabilitaciones, de enmienda de errores y de sustitución de sistemas y de procedimientos ya absolutos e intolerables, insustituibles o mejorables. Los tiempos cambian, y a medida que se modifican las modalidades psíquicas del género humano, es de rigor que se transformen y mejoren los procesos culturales y las preceptuaciones morales.

"La ignorancia no exime de culpa", reza un concepto jurídico harto conocido, pero convendría hacerlo extensivo a los poderes constituidos, oficiales o no, a fin de que la humanidad halle sus nuevos cauces y se entregue sobria y conscientemente a la tarea de rehabilitarse. Y donde el individuo halla restricciones o tropieza con sus propias inepcias, las organizaciones oficiales y civiles deben apresurarse en auxilio suyo. El actual caos mundial señala derroteros inequívocos, y ya resultan frustrados y nulos los procedimientos del TEMOR y de la SUPERSTICIÓN. Se teme cada día menos al diablo, a las fuerzas de la ley y a los Mandatos Divinos porque la razón los sustituye fácilmente y la psiquis humana está trascendiéndolos rápidamente.

Es de rigor que se refuercen los sacrificios para ganar pronto la guerra, pero también hay que justificar esos empeños, convertirlos en ideales, darles sentido religioso, y sobre todo suprimir toda apariencia de convencionalismo y de prebendas a castas determinadas, toda forma de "interés creado" o de injusticia social, atropellos raciales y discriminaciones sectarias o religiosas.

Débese procurar orientar la vida humana hacia cauces de genuina superación individual, sin dejar de socializar todas las actividades y formas de beneficio que puedan tener un sentido humano o de necesidad colectiva.

Por de pronto, hay que modificar las costumbres, y crear nuevas donde la guerra se ha encargado de cambiarlas. La humanidad es un grave enfermo: hay que volver a habilitarla para la vida, reeducarla, señalarles nuevos horizontes, incitarla a acariciar novísimas ansias y apremiarla para que atienda a sus necesidades más íntimas antes que a sus intereses externos o convencionales.

Y cuando acabe la guerra, proclámese DIA DE LA PAZ UNIVERSAL aquel en que se firme o pronuncie el armisticio, y suprímanse todos los días festivos rememorando o conmemorando campañas y batallas menores, fechas incidentales intrascendentes por su carácter local y carencia de sentido Humano Universal.

Hay que propender a UNIFICAR LA HUMANIDAD, sobre todo UNIVERSALIZAR EL HOMBRE, y esto no es tan difícil si se considera que el hombre es un animal social, según la clásica definición, y la filosofía Espiritual se resume en anular y obviar toda expresión egotísta o unilateral en el individuo. Es indispensable, en esta grave hora de crisis universal, aumentar el estándar moral humano, y propender por todos los medios a corregir los errores, las injusticias y los falsos principios del pasado. La innovación social imprescindible de años anteriores, crudamente apuntada por el comunismo, se ha convertido en acentuamiento de todos los problemas con la tragedia de la guerra, y ahora aparece el nuevo proceso - que sustituye al comunismo en sus funciones y métodos y que lo supera infinitamente en sus ideales y finalidades - que consiste en REAJUSTAR Y REHABILITAR AL HOMBRE y en AVIVAR Y REALIZAR LOS VALORES ESPIRITUALES COMO SISTEMA DE VIDA HUMANA CULTA Y DIGNA.