Evocamos la palabra del poeta Carlos Alberto Fonseca, quién a pesar de sus escasos 16 años de edad, ya tenía una perfecta comprensión y nos lo cuenta, con visión de Mago, con el arte de un consumado o apolonida, cuando dice:

 

diosesencadenados

“DIOSES ENCADENADOS”

 

Hasta la pureza de las altas cumbres

Llega el clamoreo de las muchedumbres

¡Rumor desolado, sin tregua ni paz,

Que, como el incienso de la necromancia,

Se alza hacía los astros, sobre la distancia

por siempre jamás!...

 

¡Grito lastimero, doliente y opaco

Que los inmutables signos del Zodíaco,

Por siglos de siglos se cansan de oir!

¡Se elevó en los rojos tiempos de Lemuria,

y en el Ciclo Atlánte, su clamor de injuria

llenaba el zafir!…

 

¡Y hasta en nuestros siglos con pavor resuena

El ácrono grito, como de alma en pena,

Con que los cautivos sollozan su mal,

Arrastrando, tristes, en oscuro encierro,

Cadenas de oro, de cobre y de hierro,

por suerte fatal!...

 

Dioses prisioneros de su propio engaño,

Gimen en las sombras, sin cuidar el daño,

Implorando un lampo de celeste luz…

Y olvidando, acaso, que por Ley Divina,

Siempre ante el camino del Tabor se empina

la doliente cruz…

 

Cadena de hierro los ata al abismo;

Cadena que siempre se llama egoismo

Y también, a veces, se llama ambición…

La garra de hierro destruye el sociego,

Y deja, indeleble, su marca de fuego

sobre el corazón…

 

Cadena de cobre sus miembros enlaza;

Cadena de torpe lujuria que abrasa,

Y es rojo silicio, y es firme dogal…

Las carnes penetran sus garfios quemantes,

Que son a manera de sierpes vibrantes

de abrazo fatal…

 

Cadena de oro sus fuerzas enerva;

Forjada en las fraguas de luz de Minerva,

Es prenda orgullosa de interna inquietud…

Sus brillos deslumbran con brillo mentido.

Y aquel que los lleva, reposa ungido

de extraña virtud…

 

Es triste la queja que lanza en su encierro

El alma que arrastra cadenas de hierro;

Es triste el lamento constante y tenaz

Del alma que al fango se abate vencida;

Pero es la soberbia del alma engreida

más triste quizás…

 

Cautivos dolientes de triple cadena,

Ajenos al rango de su íntimo rol…

Y mientras que yacen, en densa penumbra,

Afuera del antro fulgura y deslumbra

la magia del sol…

 

Sin duda en la escala de reencarnaciones

También sufrí el yugo de las tentaciones

Y el bajo egoismo me envolvió en su red,

Y acaté el dominio de la mente esclava,

Y me ató el instinto, con la roja traba

de su torpe sed…

 

Más quizás en la noche de mi sufrimiento

Se encendió la estrella de un Presentimiento

Y, como un augurio de Liberación,

Mi alma fué una ardiente lámpara votiva,

Donde triunfalmente floreció la vida,

luz de la Intuición…

 

Y al sentir entonces el pasado agobio

De los infamantes cíngulos de oprobio,

Comprendí la gloria de la Libertad…

Y quebré cadenas con golpe certero,

Pues no arredran grillos al destral de acero

de la Voluntad…

 

Hierofante nuevo del divino Verbo,

Desgarré la vieja túnica de siervo

Por ceñir la blanca toga de Verdad,

Y, de cara al cielo, canté mis alertas

Con el Ritmo Sacro, que llega a las puertas

de la eternidad…

 

Hoy lanzo a la hondura del trágico abismo

La estrofa vibrante de noble Idealismo,

Que bate en las sombras sus alas de luz…

Mas nunca mis rimas retornan del viaje,

Y en vano pretendo captar un mensaje

del negro capuz…

 

Aún no han despertado los Dioses cautivos

Aún rugen las fieras con sus primitivos

Instintos, que manchan el puro zafir…

Aún suena el lamento doliente y opaco

Que los impasibles signos del zodiaco

se cansan de oir….

 

Labraré, por eso, mi Mensaje puro

Para los despiertos Hombres del Futuro…

Cantaré para ellos mi nueva Canción…

E iré derramando sin árduas fatigas,

La Simiente Eterna, que granará espigas

de consolación…

 

No importa que hoy nadie recoja mi acento;

No se pierde nada bajo el firmamento…

Yo me iré alejando de la humana grey,

Y cuando no escuche sus torpes querellas,

Erguido en la Cumbre, frente a las Estrellas

dictaré mi ley.

 

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Tomado del: Curso de Introdución Práctica a los MISTERIOS DE LA VIDA. Lección Segunda. A disposición de los Estudiantes Registrados en la Universidad Espiritual