Salud pública

¿Puede una perspectiva optimista prevenir enfermedades?

Un estudio con enfermeras encontró que aquellas que eran más optimistas tenían un tercio menos de probabilidad de morir por cualquier causa.

Crédito: JGI/Tom Grill Getty Images

Susan Sontag escribió en su célebre libro de 1978, La enfermedad y sus metáforas, que cuando los expertos médicos atribuyen la causalidad psicológica a la enfermedad biológica, “asignan a la desafortunada enfermedad la responsabilidad final tanto por enfermarse como por recuperarse”. El último argumento del debate en curso sobre el grado en que los factores psicológicos pueden explicar desenlaces fisiológicos proviene de un estudio publicado el 8 de diciembre, que encuentra que las mujeres optimistas son menos propensas a morir de una variedad de enfermedades, desde el cáncer hasta la insuficiencia cardíaca y las enfermedades infecciosas.

Investigadores de la Escuela de Salud Pública de T.H. Chan de la Universidad de Harvard retomaron un estudio basado en encuestas que empezó en 1976, hace 40 años, a enfermeras norteamericanas, la mayoría de ellas blancas, llamado "Nurses Health Study". Los investigadores extrajeron los datos sobre las personalidades de las mujeres de las encuestas realizadas en 2004 y 2008 y lo compararon con las tasas de mortalidad de las mismas mujeres entre 2006 y 2012. En conjunto, recopilaron información de más de 70.000 personas. Para evaluar el grado de optimismo, el estudio pidió a las participantes que indicaran en una escala de cinco puntos en qué medida estaban de acuerdo con seis afirmaciones como: “en tiempos de incertidumbre, normalmente espero lo mejor”.

“Al comparar el 25 por ciento más optimista [mujeres] con el 25 por ciento más bajo, había una reducción en el riesgo de mortalidad de cerca de un 30 por ciento”, dice el líder del estudio Eric Kim de la Universidad de Harvard. Esas relaciones se mantuvieron, aunque con menor intensidad, incluso después de que los investigadores ajustaran las predicciones para tener en cuenta los factores sociodemográficos y los comportamientos relacionados con la salud. Kim se apresura a señalar que esto no significa necesariamente que el optimismo conduce a estilos de vida más saludables, solo que existe una asociación estadística. Sin embargo, él y sus colegas argumentan que, debido a que los rasgos de personalidad son algo maleables, las intervenciones basadas en el optimismo podrían ser una manera sencilla y de bajo costo para mejorar la salud pública.

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Tales intervenciones podrían incluir “instrucción estructurada en un salón de clases” y “ejercicios breves de papel y lápiz en los que se pide a las personas que escriban sobre la mejor versión posible de sí mismos”, informan los investigadores en el American Journal of Epidemiology.

La idea de que con unas pocas horas de esfuerzo podamos evitar una serie de amenazas existenciales –incluyendo el cáncer, enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares, enfermedades respiratorias e infecciones– puede sonar tentadora. Intrínseco al argumento parece ser una promesa: si eres más optimista, evitarás que la muerte golpee a tu puerta, al menos durante un tiempo. Pero no todos los expertos están de acuerdo.

El problema de sugerir que un pensamiento positivo puede evitar la muerte, dicen algunos expertos, es que hace que los pacientes con enfermedades crónicas se sientan culpables o se avergüencen –de que son de alguna manera responsables de su enfermedad–. Además, si el optimismo se asocia con una mejor salud, puede tener más que ver con el hecho de que las personas que no son optimistas pueden de hecho sufrir de depresión clínica, que está ampliamente ligada a una salud más pobre.

Kim sostiene, sin embargo, que el optimismo es “algo que está por encima y va más allá de la ausencia de depresión”, y los resultados se mantienen incluso después de controlar estadísticamente el papel potencialmente desconcertante del trastorno. El optimismo y la falta de depresión pueden parecer al principio como dos caras de la misma moneda, pero la depresión es un amplio síndrome que afecta tanto a la fisiología como a la psicología. Así como usted no puede simplemente pensarse sin un accidente cerebrovascular, tampoco puede verse fuera de un trastorno depresivo mayor.

Kim está de acuerdo en que existe peligro en la dependencia excesiva de la retórica psicológica cuando se trata de comprender los orígenes de una enfermedad. “Definitivamente no queremos culpar a nadie”, dice, pero “podemos, como sociedad, construir entornos en los que la gente tenga la misma oportunidad de ser más optimistas”. Piensa que las intervenciones de optimismo son “uno de los instrumentos de una amplia caja de herramientas” que debería estar a disposición de las personas para mejorar su salud y bienestar.

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Los hallazgos se alinean con estudios previos que han encontrado vínculos entre el optimismo y la salud del corazón. Por ejemplo, una revisión realizada en 2015 de 30 estudios encontró que las perspectivas positivas fueron asociadas con la reducción de la mortalidad y la reducción de la tasa de rehospitalización en los pacientes que tenían enfermedades cardiovasculares. Por otra parte, un estudio de 2013 encontró que aquellos que son excesivamente optimistas tienen un mayor riesgo de muerte o discapacidad y que un poco de pesimismo podría motivar a las personas a comportarse con más cuidado. La verdad puede estar en algún punto intermedio: determinar cuál perspectiva es más útil puede depender de las circunstancias individuales.

En última instancia, la disposición al optimismo se inserta dentro de nuestras personalidades, que, por definición, se supone que son estables a través del tiempo y en diferentes circunstancias. Y aunque las personalidades pueden cambiar lentamente con el tiempo, la idea de que una intervención con papel y lápiz puede resultar en cambios en la organización fundamental de nuestros rasgos psicológicos es discutible, incluso si de hecho pueden conllevar a cambios de actitud a corto plazo.

Emanuel Maidenberg, profesor de psiquiatría clínica en la Universidad de California, en Los Ángeles, está de acuerdo en comparar la premisa de las intervenciones de optimismo con herramientas mejor establecidas para promover la salud y el bienestar, como el ejercicio físico y el comer bien.

Se trata de cambios en el estilo de vida, dice, y los supuestos beneficios de tales intervenciones ciertamente no serían posible después de solo unas pocas horas en un aula. “Estas son herramientas que tienen que ser consideradas como de mantenimiento continuo para lograr una forma particular de ser”. En otras palabras, no hay atajos para una vida más larga.

SOBRE EL AUTOR:

Jason G. Goldman

Jason G. Goldman es un escritor científico basado en Los Ángeles. Escribe sobre comportamiento animal y humano, biología animal, ecología y conservación para Scientific American, la BBC, Earth Touch, Conservation, entre otros. Completó su doctorado con el estudio de la cognición de las aves en la Universidad de Southern California y es el editor de Science Blogging: The Essential Guide (Yale University Press, 2016). También está completamente obsesionado con los mapaches.

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