CONCIENCIA CREADORA

 

Fuente, Libro:  AUM
El supremo Mantram o Fórmula Mágica Sagrada de todos los poderes trascendentes del Espíritu.
Cuarta Edición, documento original, corregido en enero de 1946 en la Habana, Cuba,  por su autor el Pr. OM Schernrezig Lind.

Texto completo disponible solo para miembros de la G.F.U.B.

Cuando nos referimos a la CONCIENCIA CREADORA, surgen inmediatamente las más profundas a la vez que más inverosímiles consideraciones.

De hecho, la humanidad conoce bien poco de la CONCIENCIA, en la actualidad. Se suele confundir, más bien, la “conciencia conocimiento” de los psicólogos modernos con la Conciencia-Inteligencia Universal, o sea el Budhadhatathagatha, TAO o Anima Mundi de los antiguos. A esta Conciencia omniente, fuente de toda generación biótica y matriz de toda función vital en el anchuroso campo de la Naturaleza Universal, le hemos dado el nombre de Krenal, en oposición al principio “Ontos” que es la fase más primitiva de la realidad manifestada, y para facilitar las expresiones aludimos a ella como CONCIENCIA COSMICA.

Nos movemos en y estamos completamente impregnados de esa CONCIENCIA CÓSMICA, que es la fuente inmanente de toda posible realidad. Los Tatwas o Principios Vitales hallan en ella sus fases primordiales de actualización, y por eso podemos decir que somos vehículos circunstanciales de sus eternos designios. La Vida tiene todas sus posibilidades dentro de esa Conciencia Cósmica, y nosotros a penas logramos expresarlas, según nuestro grado de capacidad de despertar de lo íntimo de nuestra Conciencia.

 A esa Conciencia, los místicos de todas las escuelas la han designado bajo diversos nombres. Los Budhistas, en su Filosofía Fundamental, la llaman BUDHA, pues Budha es todo lo fundamentalmente Real y trascendental. Los Gnósticos primitivos o Cristianos Ebonitas (o de San Juan Bautista) la llamaban CHRESTOS, o Conciencia inmanente Universal, y los Cristianos la convirtieron más tarde en CRISTO o Hijo del Padre Eterno.

Cuando el individuo logra silenciar en sí mismo las pasiones y encausar dignificante y edificantemente sus deseos y aspiraciones, emociones e ideales, consigue, paulatinamente, despertar en lo íntimo de su ser esa CONCIENCIA UNIVERSAL O CÓSMICA, pues se convierte en adecuado vehículo de expresión de la genuina Realidad Eterna, aquello que se implica cuando se alude al Espíritu Santo o Divino Aliento, si por “espíritu” y “Divino” se entiende LA ENERGIA ETERRNA QUE SE ACTUALIZA DE MANERA MULTIPLE EN FORMA SUMAMENTE INTELIGENTE Y SIEMPRE CREADORA.

La verdadera Sapiencia es una realidad solamente cuando se ha logrado vivir en plena realización de esa CONCIENCIA CÓSMICA, es decir, en serena plenitud ecuménica, que llena de “visión eterna” y nos hace vivir la armonía de lo INDIFERENCIADO. Es lo que llamamos la VIDA IMPERSONAL o ecuménica, y para facilitar la expresión la denominamos COMUNIÓN MÍSTICA.

La Realización Consciente que nos coloca en íntima relación con las fases fundamentales y superiores de la vida, haciéndonos sentir hondamente el Sentido trascendental de la Realidad, es una genuina COMUNIÓN MÍSTICA, PORQUE ACTUALIZA EN NOSOTROS LO ETERNO, LA conciencia cósmica, inmanente de lo indiferenciable.

La COMUNIÓN MÍSTICA es el sentido íntimo de la vida, el motivo y la significación de la Realidad Cósmica, o sea la Naturaleza Universal en sus fases primordiales y trascendentales. Cuando se sabe lo que es la Vida en sí y cuando se percata uno de la sublime valía que subyace en todo lo existente, se vibra armoniosamente con el Infinito, con lo ulterior o Esencial, en fin, se vive eufóricamente y eso es lo que se entiende por COMUNIÓN MÍSTICA, por cuanto entonces se está en sutil concordancia con lo fundamental y perenne de la Realidad.

La CONCIENCIA CÓSMICA, pues, es el estado constante de plenitud eufórica dentro del magnífico concierto de la Vida Universal. Esto, se suele denominar como ente sustantivo, llamándole escuetamente: El Cósmico.

Pero no se trata aquí en realidad de un “ser” o de una “entidad formal”, pues carece de toda circunscripción y escapa a todo intento de limitación. Nadie sabría fijarle proporciones ni reducirle a términos doctrinales, por cuanto es una Realidad per se, es decir, que no se puede colegir sin integrarse en ella o confundirse en ella por la vía de la consustanciación o fusión subliminal operada por las realizaciones de la Conciencia.

La CONCIENCIA CÓSMICA es el Ideal Summum Bonum de toda filosofía sana y edificante, es más, es la meta de la genuina Espiritualidad, por ser la CONCIENTIVIDAD GENERAL PERFECTAMENTE CONDICIONADA A TRAVES DE SUS MÚLTIPLES FASES DE EXPRESIÓN VARIADA, EN CASOS INTELIGENTISIMAMENTE COORDINADOS. Ella lo permea todo en el amplio campo de la Realidad Universal y Eterna y subyace a través de todas las mutaciones que se operan al compás del Verbo vital.

El individuo puede lograr realizaciones de esa CONCIENCIA CÓSMICA o Universal, de diversas maneras. Muchas formas de intuición revisten esa característica. La Meditación honda y sostenida, suele llegar a tales alcances de realizaciones subliminales, que fácilmente se denotan por su sentido universal o ecuménico. El concepto acendrado, ulterior en sus finalidades y condensaciones subjetivas más allá de toda coordinación metafísica y cayendo de lleno en la comprensión inefable y amena articuladle de la realización Mística, también pertenece a ese género de logros en que la perceptividad y toda la función mental del individuo se pierde en nociones imprecisas pero trascendentes delo ulterior y universal. Muchas formas de ensueño y de inspiración también lo son, especialmente las de carácter profético. El Amor, en sus fases superlativas, también pertenece a ese género de transposiciones del individuo en lo Infinito Universal.

Pero estos logros escapan a todas las argucias y los logogrifos metafísicos en que juegan un papel decisivo solamente disquisiciones de orden puramente teórico. La COMUNIÓN MÍSTICA no es un asunto dialéctico o de retórica, sino de experiencia, íntima y honda, amplia y categórica, funcional y creadora en los seguro y sustantivo del ser. Toda explicación de este hecho pertenece ya al orden de los escarceos teóricos y las coordinaciones metafísicas, que no son sino intentos esforzados y poco convincentes de patentizar y demostrar la viabilidad o realidad de hipótesis dogmáticas. La genuina COMUNIÓN MÍSTICA se vive, se siente, se realiza, sin parar mientes en enunciados más o menos perogrullescos o abstractos.

Para muchos filósofos de teoría, el problema de la conciencia gira en torno al hecho del pensamiento y la realidad inmanente Universal, o sea si ésta o aquel son exclusivos y lo primordial, o si hay que negarle validez a uno de los dos y concederle preponderancia absoluta a uno u otro. Poco importa, aquí, cuál sea el rango que se quiera asumir, pues no concebimos ninguna importancia en tales posiciones o preferencias, que son de orden puramente esquemáticas y sin validez demostrada.

Corresponde a lo complejo hallar dificultades y concebir problemas. Así, a la mente humana incultivada corresponde engendrar dudas, forjarse confusiones y crear dificultades de toda especie. Es que la mente humana se hace a sí misma espejo y hasta reflejo de la Realidad Universal, la cual reproduce o proyecta en forma de pensamientos e ideales de acuerdo con su capacidad interpretativa, conceptual, interceptiva y aun representativa. De ahí, en fin, que la CONCIENCIA CÓSMICA no puede ser completamente traducida o realizada por ésta sin una adecuada preparación, y lo más corriente es que ésta deforme a aquella o no le de paso alguno en forma de expresividad. Todos los males del mundo, las crisis que padece nuestra presente humanidad, se deben, precisamente, a esa ingénita inepcia de la mente en constituirse en vehículo apropiado de la CONCIENCIA CÓSMICA, lo cual redunda, naturalmente, en incontables complejidades y en fin en una carencia semi absoluta de capacidad para la COMUNIÓN MÍSTICA, derivándose entonces todos los males crónicos ya de nuestra desventurada especie que parece esmerarse en ser desgraciada y en vivir antinaturalmente y enemistada con los únicos genuinos valores que existen en el majestuoso emporio de la Naturaleza Universal.

Tanto la Ciencia como la Religión tienen que encaminarse hacia esas realizaciones trascendentales, de orden ecuménico y tendientes a hacer cada vez más patente lo Esencial y Primordial en lo formal y transitorio – lo Espiritual en lo material …

La experiencia íntima, honda, de la COMUNIÓN MÍSTICA es la que nos ha de proporcionar una solución definitiva a todas nuestras inquietudes y a todos nuestros problemas, no con fantasías ni con teorías, sino más bien con novísimas realizaciones trascendentales y actitudes mentales verdaderamente edificantes y fundamentadas en lo Esencial de la Realidad Eterna. Ahí, todos los conocimientos se esfuman, hallando su némesis frente a realizaciones de orden superior de la Mente, en que no entra a colación la función intelectiva, el raciocinio ni las divagaciones teoréticas.

La CONCIENCIA CÓSMICA no está esquematizada, ni la verdadera sabiduría tampoco consiste en definiciones doctrinales o explicaciones dogmáticas. Lo Infinito fluye en la Mente, en lo íntimo de nuestro ser, cuando está adecuadamente predispuesto y en armonía con lo Esencial de la Realidad-Vida.

Existe solamente una Conciencia, la CONCIENCIA CÓSMICA. Lo que nosotros los individuos llamamos “nuestra conciencia” no es sino una parodia, un vago disfraz de la CONCIENCIA CÓSMICA, que todos presentimos, dentro de nuestro ingénito Misticismo, pero que raras veces acertamos a concretizar a comprender. Todo esfuerzo que hagamos en su favor de nuestro ser, por medio de un hondo cultivo o de una incitante disciplina, tiende a favorecer a nuestra mente, conceptual, funcional y emotivamente, para servir de vehículo a la CONCIENCIA CÓSMICA.

Para muchos doctrinarios, esta CONCIENCIA CÓSMICA es el Espíritu UNIVERSAL, otros lo llaman Alaya, Ánima Mundi, Brahma, Dios. pero ¿Para qué confundirnos con palabras altisonantes que nada explican? Lo importante es realizar esa Realidad Eterna y luego Servirla viviendo en armonía con sus implicaciones e inspiraciones. Esta misma CONCIENCIA CÓSMICA asume diversas formas de presentación, según las necesidades de las época, según el fundamento de los diversos y distintos ciclos de Vida. Ora tiene por nombre Rama, Krishna, Zoroastro, ora Budha, Cristo, El Cosmos, o la Inteligencia Universal. ¿Qué más da el nombre, la etiqueta, la “marca”, si el sentido, el contenido y la realidad aludida es la misma?  Lo verdaderamente importante, más bien, está en la comprensión que se logra de todo ello y la manera cómo nos convertimos en adecuados vehículos de sus fundamentales valores y trascendentales objetivos, que constituyen, por otra parte, la única finalidad edificante y digna de la vida.