Granos de Oro del Maestro K.H.

 

  • La   vida es infinita y dentro de su infinitud no existe más que luz, bondad y energía, y mientras más uso se hace de ellas para vivificar a los demás seres más se acrecienta nuestra vitalidad y radio de acción.
  • La vida  y el amor  no se acaban cuando los compartimos con los demás, sino, al contrario, se intensifican. Dar  es la más sublime acción que puede hacerse cuando nace del corazón.
  • En el saber dar el bien, la dicha, la alegría y el amor de que disponemos en lo íntimo de nuestro ser, está el recibir lo que verdaderamente nos pertenece y hace dichosos.
  • El dolor es sólo el fruto de nuestra ignorancia y el resultado de nuestros pensamientos y actos mal dirigidos.
  • El estudiante necesita eliminar los malos pensamientos, contrarrestar toda idea de tristeza y dolor, y buscar siempre la serenidad y la calma interiores.
  • La duda, el temor, la desesperación hieren el corazón, debilitan la fe y nos llevan al fracaso. Debemos alejar cuanto está fuera del amor. Evitar el desaliento y la desmoralización en esta gran tarea de la liberación espiritual es deber de todo iniciado, que así el alma se dirige al manantial de luz y verdad.
  • Para ser mediador del espíritu es indispensable abstenerse de los sentimientos personales. El cristal a través del cual pasa la luz no es la causa de la luz.   Así  el hombre puro de espíritu, en cuyo ser refleja y desarrolla la voluntad divina, no es más que el instrumento pasivo a través del cual, o por cuya mediación, obra el activo fuego creador del Espíritu.
  • El Iniciado que quiere progresar en el  Sendero oculto de la verdad necesita renunciar a los instintos del cuerpo, y no permitir que los impulsos de los sentidos traten de guiar su conducta.
  • Todo  acto abnegado, todo sacrificio desinteresado, toda acción noble son demostraciones leves de lo que el espíritu, como inagotable fuente, puede producir.
  • No hay que perder el equilibrio aunque se vaya en lo más peligroso del camino, pues nada puede vencer al Discípulo, cuando rebosante de entusiasmo y serenidad, avanza en el campo de la batalla en cumplimiento de su deber más sagrado, cual es el de superarse a sí  mismo.
  • Todo   deseo personal, lo mismo que todo objeto material, con que enriquecemos nuestro mundo exterior, es transitorio y finito.  

K.H.