CONCILIO MUNDIAL BÚDHICO

Meditación Bodhica:

 

“No se pueden resolver los problemas
sin desarraigarlos de las profundidades de uno mismo”

Hut Humi Lal Singh

 

¿Qué es un problema? Frente al hombre corriente, es una barrera que Dios, la Providencia o el azar pone en su camino para impedirle realizar lo que desea. Para el Discípulo, o el Estudiante sincero, es también una barrera, pero que viene de la ilusión del yo personal y egoísta, que le impide realizar su Unidad con el Espíritu.

Estudiemos el caso del Discípulo o del Estudiante sincero, pues son éstos los que deben ahora tomar conciencia de sus responsabilidades ante el mundo y el estado actual de la humanidad y, luego, actuar en el sentido espiritual y de Servicio que constituye su verdadera misión.

La realidad es una proyección del Pensamiento. Es pues muy importante que los Discípulos de Sabiduría sepan dirigir sus pensamientos y conozcan a fondo el mecanismo de este último. Creamos nuestro propio mundo y la elite espiritual guía a éste mediante el pensamiento, incluso si este fenómeno “natural” es desconocido por la ciencia oficial. La Ciencia, alcanza sin embargo en estos tiempos, un grado de conocimiento que la obligará más temprano de lo que uno piensa, tal vez a consagrar y reconocer el Valor y la Potencia del Pensamiento en el mundo. El Pensamiento es, podríamos decir, la vía de expresión del Verbo o del Espíritu.

Para volver a los problemas que pueden surgir a los Estudiantes o Discípulos, debemos saber bien que un problema proviene siempre de una incomprensión, de una ignorancia o de una falta de visión. El criterio indiscutible e inexorable para reconocer semejante error es la constatación de una desarmonía, de un trastorno, incluso de un sufrimiento, en uno mismo o en el ambiente circundante. Si el ser es suficientemente consciente y vigilante así como sincero, se percatará enseguida que cometió un error, que creó un problema, ya sea para él, o bien para los demás. Pero el más consciente se dará cuenta, sobre todo, que un problema no es jamás exclusivamente personal, en sus consecuencias por lo menos, porque afecta el entorno tanto como a él mismo, trastorna la armonía, perturba el buen funcionamiento de todos los mecanismos que le tocan de cerca o de lejos. Si tiene esta conciencia superior, el Discípulo no se enmohecerá por mucho tiempo en estos trastornos ¡horribles ignominias del error! No le aficionará con su sufrimiento o con su pena y buscará inmediatamente salir del impase.

Es entonces cuando se recordará el pensamiento destacado de este tema: “No se pueden resolver los problemas sin desarraigarlos de las profundidades de uno mismo” -- ¿Cuál va a ser el método eficaz para aplicarlo? Ante todo, el Discípulo debe asumir una actitud mental e íntima de humildad y reconocer que no sabe más que una cosa y es que no sabe nada” Si él logra integrarse a este pensamiento, habrá ganado ya una buena parte de la batalla con él mismo, pues habrá vencido y aniquilado todo orgullo, toda vanidad en sí mismo. Más aún, estará absolutamente dispuesto a ir hasta lo más hondo de sí mismo, para encontrar la esencia que hace de él, un ser humano, un Discípulo. Partirá a la búsqueda de su Yo espiritual, divino, y si se analiza bien, reconocerá el Fuego Divino que arde en cada ser y le da vida.

Sentirá la UNIDAD DE LA VIDA, la Esencia única que anima todo y la separatividad no existirá más durante este viaje de reconocimiento en él mismo. Durante tal meditación conocerá el apaciguamiento, la armonía, la calma interior, la serenidad y la certidumbre. Tomará también conciencia que no es más que un vehículo de fuerzas y que la forma que les dé no modifica la esencia misma. Se rendirá entonces ante la evidencia de la necesidad para él, Discípulo, de dar paso solamente a las buenas fuerzas del Universo, y de transformarse, poco a poco, en un vehículo perfecto del Espíritu.

Llegado a estas consideraciones – que son realidades en la meditación y vibraciones – el Discípulo se sorprenderá de haberse dejado llevar tan lejos de su problema, e inclusive sentirá perfectamente que no hay más problema, o por lo menos que los problemas no existen sino en función de su personalismo exagerado o de su ignorancia orgullosa. Esto no quiere decir que debe sentirse libre de toda obligación frente a él mismo ni para con el problema, pero habiéndolo desarraigado de las profundidades de su ser, no le quedará más que trabajar sobre todo su ser, sobre todos sus cuerpos, sobre todas sus células, para purificarlas, armonizarlas, transformarlas, sublimarlas, y esto con el fin de evitar la repetición de problemas semejantes. Le será mucho más fácil, después de tal trabajo de armonización, reflexionar, analizar y poner en términos concretos la experiencia que ha pasado. Pero, ante todo, sabrá, de ahora en adelante, que los problemas no se resuelven, de ninguna manera, por la rebelión, por el razonamiento y por el desmenuzamiento intelectual, sino que es más bien el corazón (conciencia) el que debe hablar en estas ocasiones y ser el capitán. La meditación a través del corazón nos parece la más eficaz de las fórmulas para la solución de nuestras miserias.

¿Lo que es verdad para un individuo lo es también para el conjunto de la sociedad humana? – ¿Por qué no? Basta con amplificar su campo de visión y poner los valores a escala mundial.

Para resolver los problemas de la sociedad humana, es imprescindible desarraigarlos de las profundidades de la sociedad, es decir ir al fondo del problema y no quedar en su periferia ¿Qué quiere decir? – Tomemos un ejemplo: la criminalidad. Es un mal que nuestra sociedad está padeciendo, que lo admitamos o no. ¿Qué se hace actualmente para impedirla? – Se pone a los criminales en prisión o se los mata. ¡Que grandioso logro en verdad! La criminalidad no queda por ello menos vivaz, como queda vivaz la mala hierba que se corta en lugar de desarraigarla.

¿Por qué imaginarse siempre haber terminado con un problema mediante soluciones apresuradas, incompletas, superficiales, soluciones por mal que vengan, en resumidas cuentas? El criminal es un hombre, es decir, tiene un corazón, un alma, una conciencia inclusive. ¿Por qué no buscamos rehabilitarlo en vez de matarlo o reducirlo al desespero y a la rebelión, arrojándolo en una prisión? ¿No se podría darle un chance de vida? Quién sabe. ¡Tal vez es un pobre ser en el que su juventud estuvo llena de esperanzas y confianza en la vida! Las condiciones del ambiente no le permitieron tal vez a este niño devenir un hombre digno y noble. Quizás nunca conoció ni la ternura, ni la dulce comprensión de una madre, de una hermana o incluso de una mujer. La pendiente hacia el crimen y el vicio parte, algunas veces, de la encrucijada de la miseria íntima y la desesperanza profunda de un ser. ¡¿La sociedad que condena tan rápidamente a estos criminales no es responsable acaso de sus crímenes?! ¡¿Esta misma sociedad está acaso organizada para garantizar condiciones de vida a los individuos que les haga dignos, nobles y limpios, felices en fin?! ¿La educación dada a los niños en la escuela, prepara verdaderamente para hombres honrados, fuertes, conscientes, emancipados de las condiciones nefastas de la existencia? Cuestiones todas en las cuales no se piensa suficiente tiempo cuando se encuentra uno ante el caso de un criminal o incluso un ladrón.

Es visible en fin que el problema de la criminalidad(como muchos otros) es susceptible, si se ahonda profundamente la cuestión, de plantear el problema desde la reorganización completa de la sociedad, de la rehabilitación humana integral. Demasiado a menudo, cuando los civilizados se aprestan a solucionar problemas, olvidan poner en juego el factor humano ¡el más importante no obstante!. Se diría incluso que los hombres pasan a segundo plano en sus preocupaciones, por afanarse tanto en fabricar planes y bosquejar teorías perfectas, según ellos, pero en los cuales no encontramos el menor Principio Universal. Es por ello que los maravillosos sistemas de nuestra civilización nos han conducido al impase en el cual nos atascamos. Y mientras tanto los problemas aumentan y se complican.

Haría falta pues que por lo menos los líderes del mundo comprendan que las medias medidas nunca dan resultados durables y definitivos. Vayamos al fondo de los problemas, pues de otra manera nos arriesgamos a zozobrar bajo las soluciones, sin por ello obtener el menor bienestar o felicidad. Lo que es imprescindible llegar a comprender es la síntesis entre estos dos antagonistas: la Ciencia y la Religión. Por el momento la Ciencia desatiende en demasía el factor del alma y del corazón humano, y los sistemas religiosos nos prometen el cielo solo en el más allá, dejando totalmente de lado el bienestar sobre el plano físico y la felicidad en la tierra. Tratemos pues de ser razonables, es decir, poner en valor nuestra inteligencia a fin de no ser extremistas en nada, sino más bien encarar la vida, bajo todos sus aspectos, sin desatender ninguno.

La felicidad humana tiene este precio

1947 . . . 2013

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(Original en Francés)