A N H E L O S

Por ISEH


En su anhelo por ser feliz, los hombres se equivocan y se ofuscan y siguen los más variados caminos, opuestos y tortuosos a veces, pero siempre errados hasta en el concepto de lo que es la felicidad.

Algunos creen encontrar la felicidad en la abundancia de sensaciones agradables; otros creen que está en los goces intelectuales y emocionales; aquellos en la serenidad absoluta o en la huída del mundo, del roce con el medio ambiente y el esfuerzo que esto significa.

En lo que están casi todos de acuerdo es en que la felicidad se adquiere, es algo que se coge, que nos viene del exterior, que proviene de la propia cosecha, de lo que uno mismo aprovecha.

Pocos son los que tienen un concepto distinto, el concepto de los hombres llenos de sabiduría, bondad y amor que, por los siglos de los siglos se han llamado los Guías de la Humanidad, los Maestros de Sabiduría, quienes han señalado siempre el recto sendero a los hombres que, a su vez, siguiendo el ejemplo de las Danaidas, tratan de llenar el tonel de su vida con cosas inútiles, en lugar de escuchar la Voz de los Maestros que es la VOZ que clama en el desierto de la materialidad.

Los tres grandes luminares de la evolución en donde quedan condensados la causa, el medio y el fin de toda existencia son: Voluntad, Sabiduría y Actividad y, al referirlos a la especie humana, requieren un Ideal para el espíritu, Cultura para la mente y Trabajo para el cuerpo físico.

Siendo el anhelo de la Cultura y del Trabajo la consecución del Ideal, no es difícil ver que con ideales elevados, todos los actos de la vida hasta los más ínfimos, pueden ser un culto a la Divinidad; no hay ocupación baja cuando se cumple con miras altruistas en bien de la evolución de todos los seres.

El estudio de las leyes naturales nos da la clave y la solución rigurosamente científica y nos alejará de toda esa serie de prejuicios que nos encadenan a la parte grosera de la vida, alejándonos también de la Doctrina del Ojo y llevándonos hacia la Doctrina del Corazón, que nos hará ver con mucha claridad la unidad entre la ciencia, religión, arte y filosofía en vez del antagonismo actual que no tiene más justificación que la que puede darle el egoísmo humano, o sea que no se justifica en forma alguna en principio.

En la naturaleza podemos ver un maravilloso concierto de sabiduría y belleza y al acercarnos a ella apreciamos y podemos valorar su divina manifestación, síntesis de toda ciencia y de toda religión y al elevarnos sobre nuestras miserias y nuestros problemas seremos un elemento útil más en la manifestada gloria del Verbo Eterno sobre la tierra.

Para esto es básico que nos entreguemos, pues el objeto de la vida es darse, el olvido de sí mismo es tan necesario a la dicha, como la muerte de la semilla es necesaria para que el árbol fructifique. Hay que entregarse, actuando como la flor y el fruto ofreciendo belleza y sustento, alegría y alivio. No tenemos para qué recordar que la entrega total es AMOR  y el amor es Conciencia, es el reconocimiento del YO en otras formas.

¡Seamos mejores y los tiempos serán mejores!

Cumplamos la máxima del dulce Maestro del Gólgota: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. Seamos todos hijos de la tierra, ciudadanos del mundo, miembros afectuosos de una sola familia y la paz y la felicidad vendrán a la tierra, al florecer la Conciencia en nosotros.

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Tomado de: LA VOZ DEL MAESTRO
Órgano de Filosofía Trascendental de la Gran Fraternidad Espiritual Universal.
Órgano Oficial de la Unión Espiritual Universal
No. 4, noviembre de 1952. Vallenar, Chile