ACUPUNTURA Y EQUILIBRIO

 

Por: Dr. John Sierra S.
Miembro del C.L. Legión de Monserrate, Bogotá Colombia.

“Ser no es tener.  Aunque poseamos todo lo que deseamos no estaríamos satisfechos.  Esta es la causa de nuestra enfermedad, sobre todo en el seno de una sociedad que nos lo promete todo, pero que nos priva de lo esencial.  Ya que lo esencial no es obtener, sino ser, y cuanto mas tenemos mas deseamos y cuanto mas deseamos menos somos” (Dogen).

Pretender describir aquí en un espacio tan reducido lo que significa la Acupuntura como parte de la Medicina Tradicional de la China, y explicar su técnica metodológica y la filosofía  que la sostiene y fundamenta, resulta desde luego,  muy difícil. Así que sólo aventuraremos algunos comentarios sobre sus aspectos generales y filosóficos, esperando que les puedan servir a los estudiantes de la vida para poder adelantar sus propias reflexiones y esclarecer su relación con el Cosmos y con su realidad natural.

Empecemos por decir que la Acupuntura es la parte integral de la Medicina Tradicional China que tiene que ver con la energía del Cosmos, con la energía del organismo y en términos inusuales digamos que con la energía del alma. En sentido fundamental, somos seres Cósmicos porque somos el continuum  de la Conciencia que asume forma en el seno de la materia. La Acupuntura es una disciplina que utiliza y armoniza la energía del Cosmos y la energía natural del paciente cuando ésta se encuentra desequilibrada produciendo la enfermedad.

La energía está constituida por dos grandes fuerzas opuestas entre si:  por una energía Yang de polaridad positiva, que asume el papel activo, dinámico, masculino, y por una energía Ying de polaridad negativa y que asume el papel pasivo, estático, femenino.  Estas dos polaridades de la energía constituyen el TAO y no son dos fuerzas diferentes sino más bien dos aspectos de  la misma energía general.  Yang y ying se atraen y se mezclan como una pareja y evolucionan creadoramente fecundando la vida y todos los procesos que de allí se derivan. El principio activo busca al principio pasivo. La quietud en si constituye la potencia para crear. El hombre reprimido, introvertido es de naturaleza Ying; el expansivo, extrovertido es Yang.  Lo que tiende al movimiento es siempre Yang; lo que tiende al reposo es Ying. Cada reposo y cada movimiento son el origen uno del otro.  De ahí el proceso del eterno devenir hasta lograr ser en ulterior análisis con la Naturaleza Divina.

Interactuamos, pues, con el Cosmos de manera energética. La energía de los astros es transformada por el hombre en sus procesos naturales. Podemos observar perfectamente como la energía interviene en todas las funciones biológicas a través de su acción recíproca y como dentro de los diferentes niveles de vibración se obtienen respuestas  que afectan en un sentido o en otro el equilibrio del organismo e incluso la actitud del hombre frente a la vida. La insulina hace bajar los niveles de azúcar en la sangre, en tanto que el glucagón tiene el efecto contrario: los eleva. El equilibrio de estos efectos fisiológicos opuestos permite que el cuerpo mantenga un control sobre el azúcar en la sangre.

La Acupuntura interviene entonces en la orientación y normalización del flujo de la energía para lograr su equilibrio. Participa así en la prevención de las enfermedades y en el restablecimiento de la salud, especialmente de las alteraciones funcionales.

Los excesos de Yang y Ying, decía un acupunturista, invaden a la sociedad y la destruyen. En el caso colombiano esta situación resulta patética y extremadamente dolorosa.  Tenemos excesos de Yang y Ying en todas las expresiones de la vida nacional especialmente en sus manifestaciones de violencia, en el comportamiento ciego, ignorante y egoísta y en la absoluta carencia de una visión universal que le de sentido a la vida.

El hombre actual, se encuentra desarraigado y desorientado porque no sabe quien es y porqué y para que está aquí, porque a perdido el nexo consigo mismo o con su naturaleza fundamental y no se da cuenta que es un intermediario o vehículo universal de los procesos de la vida.

El nivel de la energía del hombre contemporáneo está pues desequilibrado y se tiene que abrir a la abundancia de la energía universal para que pueda justificar su vida satisfaciendo sus necesidades íntimas, valorando y aprehendiendo los principios fundamentales y trascendiendo su inseguridad existencial.

Tenemos que pensar, desde luego, en liberarnos de todas las supersticiones, de todas las creencias pasivas y de todos los condicionamientos atávicos, si queremos encontrarnos a nosotros mismos de manera que podamos participar en el esclarecimiento de los asuntos de la vida, y en la expresión de los valores fundamentales.

La armonía por supuesto, nace en el momento en que nos damos a servir los intereses del hombre y especialmente los que atañen a su dirección espiritual permitiendo que la energía universal del amor tenga su expresión permanente.

El hombre de ahora tiene que regresar a la naturaleza, de la cual es parte integral, en un proceso de connaturalización que le permita fluir el sentido inteligente de la vida, y el amor que nace de la abundancia del corazón.  Al abrirnos a la energía universal adquirimos la seguridad de lo que somos innatamente y obtenemos la visión de que la vida es eterna, que la muerte no existe y que somos parte integral del Todo en el cual estamos inmersos y del cual nunca hemos salido.

Para terminar, concluyamos diciendo que todos somos interdependientes.  Que el mundo de las formas nace de este mar inconmensurable y fabuloso de la energía. Que somos de naturaleza divina así hallamos extraviado la conciencia de ello. Que no hay realización espiritual independientemente de los demás y que cada uno de nosotros desempeña un papel importante en el funcionamiento del Todo. Que de la armonización del hombre, surge el amor que por principio es la expresión de nuestra conexión con la energía universal.

En “El arte de soñar” don Juan le dice a Carlos Castañeda:  “Gastamos la mayor parte de nuestra energía sosteniendo nuestra importancia...... si pudiéramos perder parte de esa importancia nos sucedería dos cosas extraordinarias:  una, liberaríamos la energía que se mantiene atada alimentando la idea ilusoria de nuestra grandeza; y dos nos proveeríamos de  suficiente energía para ........ vislumbrar la grandeza del universo”.