Primer capítulo del libro "La Ciencia y la Yoga"

LAS DIMENSIONES IGNORADAS DE LA MEDICINA

“Saber es ser” — Pr. OM Lind


No por descartadas y menospreciadas, muchas realidades de la personalidad humana dejan de ser conocidas y de tener su vigencia. Lo sorprendente es que la ciencia médica desconozca estos hechos, simplemente porque lo humano no le interesa ya tanto como los resultados arrojados por los análisis, los Rayos X y los aparatos.

La gran mayoría de los hospitales modernos, de hecho alojan casos clínicos, pero el elemento humano es tan poco tomado en consideración que se le desconecta de su mundo psicológico, de su ambiente afectivo y de sus habituales concepciones, como si la “enfermedad” primase sobre el individuo y debiera de todos modos anularlo, inclusive con la ayuda del médico. Entramos ya en el dominio de los robots, de la cibernética en fin. El ser humano es un aparato mecánico, y como tal es preciso tratarlo. En tales casos el enfermo se siente un desecho de la sociedad; en todo caso es el gran desconocido por la Medicina y el gran ignorado por el médico.

Que en los casos infecciosos, de demencia, de accidentes o de intervenciones quirúrgicas se recluya al paciente por un período prudencial, estamos de acuerdo, pero de ahí a tenerlo preso, a cortarle del resto del mundo y a cercenarle sus derechos a vivir lo que le es querido y según los imperativos de su conciencia hay un abismo, toda una noche de pesadilla. Nosotros no acertamos a comprender por qué se ha de maltratar tanto al individuo en todas sus dimensiones por el simple hecho de tener una parte de su cuerpo físico afectada o enferma. Esto es igual que castigar y torturar además de aprisionar a los delincuentes durante largos periodos de tiempo por el simple hecho de haberse dejado prender al cometer fechorías o crímenes: ¿No sería mejor educar a los individuos para que no sean ni delincuentes ni viciosos, ni infames o criminales? Además, acaso estos individuos dejan de ser humanos porque han infringido ciertas leyes sociales enteramente convencionales.

Los enfermos siguen siendo, también, seres humanos, aunque su condición doliente es causada por haber infringido leyes naturales universales, y a veces las leyes Divinas o Espirituales que son absolutas y eternas. Mas en las condiciones actuales de la existencia humana, ¿Pueden los médicos garantizar que la medicina corresponde a estas leyes supremas de la vida, y que las terapéuticas mediante encarcelamientos hospitalarios, fármacos, aparatos eléctricos, etc., restituyen el orden natural en los desventurados enfermos? ¿Qué saben acerca de las leyes naturales los terapeutas modernos? ¿En dónde aprendieron a comprender y descubrirlas en los enfermos para lograr sus certeros diagnósticos y sus efectivos tratamientos?

Por regla general, el médico se acerca a su paciente, el cual debe tener mucha paciencia – y lo ausculta, le toma el pulso y lo cuestiona acerca de sus dolores. Ahí lo único que cuenta es la “dolencia”, el mal, la posible infección, en fin algún aspecto muy especifico del cuerpo. No le pregunta cómo vive, cómo se divierte, cómo concibe la vida, cuáles son sus afectos, sus pasiones, sus vicios, sus fracasos pasados, sus cuitas y tragedias presentes, su grado de felicidad en la vida… en fin, los elementos que constituyen la personalidad humana. Que decimos, el médico en la actualidad, se percata a penas de la presencia del individuo humano. Bástale tomar en consideración el sexo y la edad del infortunado enfermo: ni siquiera se percata de sus capacidades de reacción a los medicamentos, que depende ciertamente de su grupo racial, su rango social, su clasificación caracterológica, su tipo biológico, sus características psicológicas, su capacidad mental de percepción, sus condiciones psicoafectivas y emocionales, y en fin las alturas espirituales donde planea. Entonces el médico trata tan sólo localmente el cuerpo exterior (la corteza) de la personalidad humana afectada. De ser esta la función única del médico, entonces se debería denominarlo “médico del cuerpo material”, para especificar debidamente su limitado campo de acción.

Es cierto que ya se ha incorporado a la medicina la psicosomática, pero esta es una especialidad sumamente nueva que requiere muy especiales conocimientos de bioquímica, de fisicofisiología y de psicomentalismo, que sin exagerar, el 98 % de la clase médica no posee, ni tan siquiera alcanza a imaginarse. Es que ahí es preciso descartar de nuevo todos los aparatitos eléctricos y los fármacos, en su mayoría, para entrar de lleno en los misterios de la vida. La endocrinología, acoplada a la medicina por equivocación, igual que la psicosomática, tampoco hace la felicidad del cuerpo médico, por cuanto estas benditas hormonas, antihormonas y neutrohormonas ni se dejan ver ni medir y sólo se logra conocer sus efectos. No sólo es un misterio aun su mecanismo, sino lo que es mucho más importante, su interacción. Ahora, ni con todo esto se va a conocer los secretos de la vida, que lo son de la salud, el vigor juvenil y la felicidad, pues la nucleología y la alta física (roentgenoterapia, radium, energías, isotopos, láser), además de la cosmobiología (ambiente y radiaciones universales) si nos salimos con las nuestras, vienen a maravillar a los médicos modernos. Ya se puede combatir las células cancerosas, se puede igualmente impedir enfisemas, y pronto se comprenderá que la vida no existe aquí tan solo[1],  sino que es universal, y esto nos da la cosmobiología.

Un enfoque de la enfermedad desde otro ángulo se impone, y debe pronto, bien pronto, dedicarnos a comprender mejor la totalidad del ser humano, así como a respetar sus derechos vitales si queremos fungir de genuinos misioneros humanitarios, en calidad de enemigos de la enfermedad así como del dolor y de la desdicha.

Hacemos, es obvio, una distinción entre enfermedad o afección, dolor o pathos derivado de desagrado, inquietud, temor, rebeldía, ansiedad o angustia, prurito nervioso molestoso o disfunción psicosomática, etc., y desdicha que pertenece a los campos de lo psico-afectivo, de las percepciones de la conciencia, de los mecanismos mentales y en fin de lo específicamente espiritual. El médico, a nuestro leal entender, no puede ser un simple intruso con cierta dosis de buena voluntad que viola la intimidad física del paciente (deshumanizado por la medicina), sino que debe ser un compendio de cualidades humánicas (genero) humanitarias (virtudes) capaz de merecer la confianza del doliente, el cual entonces le entregara las llaves de su sinceridad que conducirán a los cuatro cuerpos o planos distintos que componen la personalidad humana.

Ciertamente el enfermo no es fabricado en serie excepto en casos de epidemia, y aún así todo paciente retiene su propia personalidad, y no ha nacido todavía el médico capaz de tratar a sus pacientes de manera automática, cual un computador electrónico, aunque bien sabe que este es el ideal de la mayoría de los colegas. Sin embargo, si tenemos la conciencia en su lugar y funcionando como debe, huelga argumentar sobre lo imposible, pues por muy “geniales” que sean los médicos no pueden reconocer, auscultar, comprender, diagnosticar y tener un cabal conocimiento de un paciente a cada seis u ocho minutos como lo requiere los Servicios Sociales de Francia, Norte América y la URSS. Esto es creer que los enfermos son conejillos, y convertir a los médicos en robots rápidos, o bien esperar que estos sean consumados (sic) “videntes” como los charlatanes de feria y los Hatha Yoguis de los bazares de Bombay, Madras y Calcuta. Pero, ¿Qué puede saber del individuo humano aun con media hora de auscultación, revisión y confesión, dado el caso de que quisiera darle a un paciente tanto precioso tiempo suyo?

Al médico moderno le hace falta muy apremiantemente descubrir el enfermo, no su cuerpo tan sólo, sino el verdadero individuo, la personalidad humana en fin que es la verdadera responsable por todo lo que ocurre en la corteza material, que es tan sólo una especie de sombra y reflejo de todos sus mecanismos vitales. Ese cuerpo humano, yo no encuentro la menor razón lógica para esconderlo; es más, la ropa no es cosa natural, y si la naturaleza o Dios hubiese sabido que algún atavío le habría llenado necesidades perentorias hace buen rato que nadie disfrutaría de esa maravilla de estética que encubre otras maravillas milagreras de arquitectura, de ingeniería, de alquimia y de magia Divinal. No es que quisiéramos hacer aquí la apología del nudismo, pero creemos que la especie humana evolucionaría de manera sorprendente hacía lo moral y la estético si la gente fuese menos hipócrita, y seria por cierto infinitamente menos viciosa además de sólidamente saludable.

El médico moderno, empero, no se preocupa (profesionalmente) ni de lo moral ni de lo estético. Grave error. Una persona inmoral, promiscua y deshonesta no enferma de manera idéntica a una que es moral, seria y digna, ni responde igualmente a las terapias. Es más, las personas honradas, sin vicios y sensatas enferman mucho menos que las que llevan una vida desordenada, displicente, desquiciada o crapulosa, y de todos modos tiene de la vida conceptos bien divergentes y su personalidad tiene fundamentos más estables así como proyecciones psicológicas, afectivas y espirituales mucho más amplias. Son de ingredientes distintos que los hace sustancialmente diferentes en acondicionamientos biogenéticos, psicosomáticos, de carácter y de capacidad de reacción (defensa y pugnacidad) frente a las contingencias del diario vivir. Son individuos totalmente diferentes en espíritu y en mecanismos mentales lo mismo que en funciones fisicofisiológicas, sin dejar de ser similares o congéneres. Es que los individuos viven también en distintos planos, separada o simultáneamente; los unos conocen únicamente las dimensiones materiales del cuerpo (geometría euclidiana) otros viven preferentemente en las condiciones intermedias o intersticiales de lo psíquico (geometría cuatridimensional) o emocionales; otros son aun más bien intelectuales psicoafectivos con todo lo simbólico, lo absurdo y los automatismos bióticos místicos, metafísicos, neta o exclusivamente mentales, que excluyen lo sensorial y descartan lo psíquico todo lo posible, o por lo menos los domina y subyuga (geometría tempo-espacial propio de una topología voluntariamente acondicionada); por ultimo estamos los netamente espirituales (topología extratempo-espacial y seidad de lo esencial).

Dicho esto, podemos pasar en revisión algunos ejemplos, típicamente humanos. Algunos colegas se habrán figurado ya que, tal vez, estamos divagando, o que hablamos de otra clase de individuos pertenecientes a otros planetas, pero todavía no llegamos a eso.... El hecho es que los colegas que a estas alturas admiten a duras penas las virtudes y las posibilidades  de la Yoga, el hipnotismo, el magnetismo[2], la acupuntura, la quiropráctica y las “curaciones espirituales” encontraran bastante difícil la comprensión y admisión de la Percepción Extra Sensorial (PES), la clarividencia y la radiestesia, la telepatía, la telekinesia. Porque cierran sus ojos a lo que no sea puramente material o psicopatológico, no podrán negarnos que al penetrar en los dominios de lo constitucional así como de lo funcional del cuerpo humano están por completo perdidos
o por lo menos prefieren dejar las cosas como están, para preocuparse tan sólo por la parte físicofisiológica. Tanto la endocrinología como la sicosomática constituyen todavía disciplinas de orden tentativo, y los conocimientos básicos adquiridos no permiten controlar las circunstancias, aún menos cuando entran en juego otros factores, como por ejemplo los mecanismos de las tensiones osmodinámicas, los equilibrios de electrólitos, las funciones enzímicas y metabólicas, etc., donde los laboratorios demuestran su trascendente utilidad, pero las cosas se ponen mucho más graves cuando se trata de descubrir lo funcional psíquico o emocional y psicoafectivo, pues es raro, en extremo raro, el médico que ante un dolor que se avera puramente espasmódico sospeche que puede tener la más remota conexión con ciertas emociones, que pueden ser habituales o puramente esporádicas y pasajeras, o ya con características de violentas y volcánicas pasiones o de simples marejadas, pero no por ello menos incisivas o eficaces. Las emociones comunes[3] como las simpatías, las repugnancias, los gustos habituales (sensoriales), las impulsiones automáticas promueven condiciones bióticas sui generis y también reflejos condicionados y sensaciones típicas. Por supuesto, nada de esto aflora en la superficie del cuerpo humano, ni los individuos los tienen presente o llegan a imaginarse siquiera que las emociones puedan tener repercusiones en el delicadísimo conjunto del cuerpo físico. Sin embargo, estos aditamentos de la personalidad humana afectan seriamente a nuestra materia, puesto que nos pueden provocar espasmos musculares, tensiones nerviosas, paralizar las digestiones, modificar o paralizar los movimientos y procesos intestinales, suscitar cefalalgias, predisponer para las caries dentales, desquiciar el sistema endocrino, alterar el contenido y el pH así como la presión sanguínea, producir violentos sobresaltos de humores, alterar las funciones del corazón, hígado, timo, riñones, apéndice, bazo, páncreas, etc. etc.. Pueden también provocar simples constipaciones y en fin, marcar psíquicamente toda la personalidad. Absolutamente nada de todo esto tiene interés para el médico moderno, sin embargo. ¿Qué hace y qué ocurre cuando trata “enfermedades” sin conocer ni sus causas ni sus raíces, ni tampoco su clima y su tenor mental o espiritual, o sus proyecciones en términos de vitalidad (capacidad biodinámica) y vida (expresión)?

La traumatología nos enseña cada día más. En efecto, tras de fuertes choques psíquicos o grandes problemas mentales se desarrollan angustias y desesperación, aparecen erupciones de herpes, zona, prolongadas disenterías, afecciones reumatoides, espasmos musculares, desarreglos psico-somáticos, anomalías endocrinas, e inclusive a veces ataques nerviosos y desequilibrios mentales. Es que un gran temor o un fuerte odio pueden determinar profundas impresiones y hasta traumas psicológicos y también actitudes mentales de resistencia; los primeros son susceptibles de excitar los virus del cuerpo, que son infinitamente más pequeños que los microbios inofensivos que albergamos, hasta determinar su nocividad en un sentido u otro, creando así diferentes aflicciones o enfermedades. Basta una momentánea deficiencia orgánica para hacerlos manifestarse de manera espectacular. Las actitudes mentales de resistencia a su vez causan estragos en la salud por cuanto modifican los circuitos electrólitos así como los grados de intensidad de los mecanismos psico-afectivos, creando así condiciones bióticas negativas. Como bien se ve, el campo físico no es el único, ni es dable ignorar las fronteras existentes entre los distintos planos funcionales de la personalidad humana. Lo espiritual, también tiene su propio campo de acción, considerando la naturaleza mucho más sutil de sus fuerzas, en términos de longitudes de onda y en potencialidad energética.

El médico necesita desentrañar los misterios (lo ignorado) de ese gran, gran desconocido (extraño) que es su paciente  ¿Necedades nuestras? tal vez, según ciertos puntos de vista particulares, pero ¿Por qué condenar lo que no se conoce? ¿Por qué, sobre todo, tratar de curar un desconocido ignorando los secretos mecanismos y acondicionamientos que son precisamente los motivos causantes y por lo mismo las claves de las enfermedades?

Un cálculo en la vesícula o en los riñones, tiene características bien definidas. La lógica médica aconseja la inmediata escisión y la extracción “salvadora”. Pero ¿Es que la naturaleza no tiene mecanismos propios y razones bien definidas? Por qué no proceder de manera más natural, buscando la eliminación normal por las funciones fisicoquímicas y biopsicofisiologicas?

Ahí está el caso de las bellas mujeres (todas lo son ciertamente, a su manera), que se deleitan admirando su cuerpo ¿Por qué lo hacen? Son unas sensitivas sublimadas, unas hiperestésicas dobladas de estetas ¿Qué de mal hay en eso? El médico dirá que es una chifladura, acaso un rasgo de insanidad,  y algunos moralistas de cámara oscura asentaran que es perverso e inmoral ¿Pero es que no se vive mucho más con la mente y el espíritu que con los sentidos físicos o para fines exclusivamente emocionales y psicoafectivos? La mayoría de las mujeres viven más desnudas que vestidas en la intimidad del hogar, y los hombres no forman excepciones, a menos que se trate de seres timoratos y acomplejados que no se soportan a sí mismos, o que están tan acostumbrados a la hipocresía y la mentira que tienen miedo de verse tal como son al nacer y al morir o cuando se atreven a ser lo que son. Muchos médicos no le verán la gracia a todo esto, sin embargo estamos poniendo las manos hasta el codo en las heridas mayores de los que presumen de humanos, pues “el cuerpo es el templo viviente del espíritu de Dios” según las Sagradas Escrituras de oriente y occidente, y el esteta es un ser mucho más normal que el moralista ya que el uno se empeña en decir a los demás cómo comportarse mientras que el primero admira, ama y glorifica la vida en todas sus dimensiones conocidas. Además el narcisismo, o sea la admiración de si mismo, constituye uno de los mayores factores terapéuticos ya que incita a la higiene y al debido entretenimiento de ese milagrero conjunto de funciones vitales que comprende el cuerpo y la entera personalidad humana ¿Admirar lo bello, acaso no es una forma de rendirle culto a Dios y también una invitación al pensamiento saludable y dignificante?

Un hecho singular, observado entre los dementes, es la insistente propensión al nudismo, acaso a manera de protesta inconsciente, y entre los aborígenes de regiones menos civilizadas la desnudez es de rigor y la moral no es por ello menos respetada, aunque sí sea gente obviamente impermeable a las enfermedades comunes y mayores y no conocen ni las alergias, ni los desequilibrios nerviosos, ni los problemas respiratorios e intestinales, ni los infartos o las embolias, ni tampoco los reumatismos y la artritis, o las picaduras de serpientes y los ataques por parte de fieras de la selva o la tundra en muchos casos. No cabe dudar que el desnudo tenga sus ventajas.....

Tampoco debe asombrar o asustar a nadie que una mujer con un nuevo vestido se sienta diez años más joven. Un hombre al lado de una mujer de su gusto ya es otra cosa que individuo común, un destartalado o un vencido. Los novios ven, sienten y conciben la vida de manera muy distinta a los demás mortales. Y ¿Por qué les gusta tanto a los hombres el strip tease, las fotos y pinturas de desnudos, si no es porque les infunde vigor, más vitalidad, mayores o mejores perspectivas de vida? Tampoco cabe decir que un ser humano es igual después de vivir una guerra o tras de un descalabro amoroso, o después de una infernal experiencia en una cárcel o en medio de un cataclismo geológico, porque la psiquis, lo mismo que la mente, laboran más intensamente y obligan al cuerpo a excesos de tensión y de expensas de energías, con lo cual éste se debilite en extremo, y siempre quedan a manera de “choque” ciertos desequilibrios biológicos, traumas, complejos de inhibiciones y anomalías funcionales superiores que se calcan en los mecanismos físico-fisiológicos y psico-somáticos.

Sabemos que el odio y el orgullo magullan, dislocan e irritan ciertas células, particularmente las retículo—endoteliales, hasta producir tumores malignos, y que la mentira sistemática modifica las perspectivas mentales, a la vez que los celos roen los mecanismos biopsicológicos y afectan seriamente las funciones endocrinas, y en fin que la insinceridad desafina o desintoniza la dinámica mental y agota las reservas de energías del individuo. Los apetitos sexuales, que ya lo sabemos son de los más poderosos, están supeditados a los acondicionamientos emocionales y a las funciones mentales, puesto que hasta la libido varía o es anulada bajo el exorcismo de preocupaciones o de emociones encontradas y al comando de pensamientos opuestos.

Pero la simple presencia de un ser querido suele ser un gran remedio y la de una persona odiada constituye un motivo de hondos malestares, reumatismos, parálisis y otras enfermedades. El ambiente es parte integrante del ser humano porque su personalidad se expande y proyecta en él lo mismo que en la historia y en el dominio de lo cogitativo, de los sentimientos y de lo espiritual. ¿Por qué ignorar y descartar todo esto en el análisis del paciente? Un artista sin su arte ¿qué es? Un ingeniero privado de altas matemáticas ¿qué queda de él? Un creyente sin su Dios y sus congéneres edénicos ¿qué es? Reconozcamos a cada cual sus propias dimensiones, cualidades y capacidades, que todo ello forma parte de la dignidad de la personalidad humana.


New York, 4 de septiembre de 1933



[1] Consultar los Cursos Generales de Cultura Científica Físico-Mental o YOGA INTEGRAL CIENTIFICA

[2] ¿Cómo no van a tenerlo los seres vivientes si aun los átomos y las nebulosas poseen sus propios campos electromagnéticos? La fotografía nos revela que hay personas con “campos” más irradiantes que otras; es la fotogenia. Hay personas simpáticas y otras antipáticas, diferencias que se establecen por la intensidad de las vibraciones electrostáticas y también por la cuantía de energía emitida o dejada escapar.

[3] Ni el amor ni el celo constituyen a nuestro entender emociones. Son, más bien, sentimientos, de origen mental o espiritual, y tan sólo con proyecciones psíquicas y físicas