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Lección Especial XI
Por el Venerable Maestro K.H.
(original en francés)
La Habana, 25 de diciembre de 1950.
Queridos Discípulos míos:
Cada día que empieza es una nueva llamada del Corazón.
Hay ciertos momentos en la vida en los cuales el alma tiene necesidad de descansar o en los que se siente un profundo deseo o una invencible aspiración que nos impulsa a domar nuestro dolor y a vencer nuestro sopor en un supremo ímpetu de las contingencias del mundo y de las limitaciones y debilidades, a las cuales está sujeta nuestra humanidad. Estos son momentos de rebelión interior, como si estuviéramos cansados de vivir en vano o de hacer la corte a las ilusiones o de rendir homenaje a divinidades, insensibles.
Hay ocasiones en la vida en las cuales cada uno busca una tregua para las tragedias del mundo, y quisiera descansar en el borde del camino de la vida, a fin de comprender mejor su destino, e incluso las fuerzas que mandamos o a las que obedecemos. Estos momentos nos pasan a todos y cada uno es más que feliz al poder entregarse a ellos, pues entonces es cuando se reconcilia consigo mismo y extrae del seno del Universo la inspiración y la energía indispensable para reafirmarse en el sentido de nuestros mejores designios.
Los Discípulos y los Iniciados conocen este procedimiento puesto que habitualmente cultivan los estados de conciencia rehabilitadoras. Sin embargo, jamás se hará demasiado esfuerzo en el Sendero que lleva al seno de la Luz Eterna, y jamás se repetirá demasiado con suficiente sinceridad las condiciones indispensables para asegurar nuestro triunfo en el dominio de las absolutas certidumbres. El alma no se hace inquebrantable bajo el yugo de las fuerzas maléficas desencadenadas sino cuando el ser se reconcilia de corazón y alma con los Principios Universales, y se reafirma en sus decisiones, así como en los ideales y principios que caracterizan la vida sabia y las realizaciones perfectas del espíritu.
Reconciliarse con uno mismo, es profundizar en el alma y consultar su propia conciencia. Es revisar también los sentimientos del corazón. Es meditar, sumergiéndose en el fondo de uno mismo, con el propósito de medir y recorrer su propia estructura íntima y de hacer el inventario de las cualidades, de las posibilidades y de las condiciones que caracterizan su propia alma y su entera personalidad.
Este método nos asegura una mejor comprensión de la vida y nos conduce hacia una rehabilitación integral, que se vuelve enseguida una reintegración a las puras condiciones, de la Vida Universal.
Conocerse es rehabilitarse y reafirmarse, es reconciliarse con uno mismo, así como con la Naturaleza Universal. Por otra parte rehabilitarse constituye un procedimiento de reafirmación de proyectos y de principios; en fin una restitución de los Valores del Espíritu y de las proyecciones del Corazón en el verdadero sentido de la Vida.
Llamémoslo la “Llamada del Corazón”
Es verdaderamente una llamada del Alma Universal que se concretiza en nuestro corazón. Ningún alma bien dispuesta podría quedar insensible a esta maravillosa fuerza que atraviesa los planos y da un sentido sublime a la vida.
Es preciso meditar profundamente sobre todo ello si verdaderamente se quiere aprovechar el potencial del compuesto humano y reemprender el camino de rehabilitación o sea el regreso a la Patria Celestial, al Seno Divino del cual nunca hubiésemos debido apartarnos.
Rehabilitarse es reconstruir en el fondo de uno mismo, en el sentido de una inspiración pura o de una enseñanza creadora. Es volver a ser, en forma y en fuerza, el vehículo y la encarnación de nuestras mejores aspiraciones. Esta Cabalgata a través de los mundos es la tarea que tiene el Discípulo, y ello implica asimismo el triunfo sobre las pasiones bestiales, los prejuicios mundanos, los vicios, el egoísmo y el orgullo satánicos, en fin, todas las concupiscencias que envilecen el alma y destruyen la vitalidad del hombre.
En esto consiste la conquista del Iniciado y la tarea del Discípulo, y ello depende de la maestría de cada uno sobre sus propias limitaciones, desfallecimientos, torpezas, claudicaciones y cobardías íntimas.
La Iniciación hace del hombre un gigante de fuerzas vitales que realiza los designios de los Cosmos, de los Dioses, de los Principios Universales. El Discípulo aprende incesantemente a devenir genio de sus propias aspiraciones y a ampliar los horizontes de su vida. Vivir es expandirse en el Universo; es realizarse bajo el imperio de una voluntad propia; es afirmar o reafirmar los designios de un alma ennoblecida por sí misma.
Ocurre una cosa frecuente y nefasta. Uno olvida con demasiada frecuencia. Se deja arrastrar y avasallar demasiado por las ilusiones y fuegos fatuos del mundo moderno, por la vida superficial y vacía, vana y sin meta que ahora lleva la mayoría de la gente. Demasiado a menudo también, se descuida el trabajo de limpieza interior, de renovación intima, de revitalización necesaria en el transcurso de nuestras meditaciones. Se cree demasiado que todo está bien o es suficiente en nosotros mismos y a menudo se pierden muchas batallas por falta de haberlas pensado y realizado. No se hace con suficiente frecuencia este camino, que va de nuestra vida a su Fuente Divina.
Demasiada gente se olvida también de las condiciones que implica el discipulado y que la Espiritualidad apropiada fluye únicamente de un mental limpio y que este o aquel a su vez depende de una limpieza corporal absoluta, completa. Un alma que vive en la suciedad no puede cultivar bellos pensamientos ni dedicarse a los verdaderos Valores del Espíritu.
La Limpieza del cuerpo es la base de la salud mientras que la salud corporal refleja estados de alma heroicos y admirables. Un cuerpo sucio no puede ser más que el vehículo de un espíritu malsano. Vivir en la suciedad es alimentarse de motivos impuros, rendir culto a la miseria, entregarse a las peores pasiones y ponerse al alcance de las fuerzas nefastas; es presentar a la Belleza de la Naturaleza Universal un aspecto repelente, vergonzoso y miserable.
Tengamos cuidado también con el desorden. Una vida desordenada refleja un mental inestable, una conciencia inquieta y un espíritu inseguro. No podría ser, en todo caso, el signo distintivo de ningún discípulo de sabiduría y de belleza. La Estética entra en el curso de vuestra vida de discípulo y obligaros a ciertos esfuerzos al mismo tiempo, que daros muchas satisfacciones, a vosotros y a los que os rodean.
Vale más el trabajo duro e inclusive la fatiga, que la suciedad.
Vale más el sufrimiento y la lucha que la indiferencia y el relajamiento.
Vale más el conocimiento que la vida instintiva y la inercia espiritual.
Es necesaria una gran vigilancia para llevar a buen término nuestra vida y nos pide una voluntad invencible, en constante acción. Poner todo nuestro ser en acción por la Dinámica Espiritual: ¡eh ahí la meta! El mental al servicio del Corazón y de la Conciencia: eh ahí el medio para salir de las complejidades y problemas de la vida. Lo importante es no perder el tiempo, no ‘dejar pasar la vida descuidadamente’ se ‘laisser vivre’, no echar a perder los preciosos minutos de la vida. Debemos justificar nuestra existencia y esto es una tarea de todos los instantes, un constante esfuerzo, un trabajo de larga perseverancia.
El culto de la Verdad es el único que vale y debe apoyarse sobre el único rito admisible para el alma inteligente: el rito de la limpieza del cuerpo y de la higiene del mental. Esto, ninguna Teología lo podría contradecir, inclusive si despreciamos sus proyecciones logomáquicas. Dios mismo no podría preferir una mejor religión que la que se opera a base de un corazón puro, de un cuerpo limpio, de un mental armonioso, de una conciencia despierta y clara y en fin de un espíritu que irradia nobleza y compasión.
Antes de terminar, permitidme que os recuerde que la buena conducta del alma es paralela al buen comportamiento del cuerpo. El Discípulo se caracteriza, pues, por la rectitud de alma y las buenas maneras. Lo Espiritual no podría ser la antítesis de la cultura ni la ausencia de una vida honesta y enriquecida por las buenas maneras.
Vivir bien es una elegancia del alma, es también desarrollar una personalidad distinguida. Las buenas maneras revelan en el individuo indiscutibles cualidades de corazón y un permanente culto en el fondo del alma para con los Valores del Espíritu.
Reconciliarse con uno mismo es poder rehabilitarse en el sentido de nuestras mejores aspiraciones y saber afirmar en uno mismo y por sí mismo unos principios que nos garantizan un mejor destino.
Me expreso así porque quiero con todo mí ser provocar en cada uno de vosotros un verdadero Renacimiento Espiritual, una renovación de vida mediante el reencuentro con uno mismo pues solo es así como las almas se despertarán plenamente y lograran impulsarse, con todo derecho, en el reino de las Glorias de la Vida Universal.
Con mis mejores deseos de plena rehabilitación y teniendo siempre en vista la afirmación de los mejores principios, os ofrezco toda mi Bendición.
A PUBLIC STATEMENT
“The solution to all problems rests not in selfishness and sectarianism, or divisionism, but in UNITED FRIENDLY-PEACEFUL EFFORTS.”
“Above improvisation, whim and personal interests are the needs of manikins”
UNA DECLARACIÓN PÚBLICA
“La solución a todos los problemas no radica en el egoísmo y el sectarismo, o el divisionismo, sino en los ESFUERZOS UNIDOS AMIGABLES-PACÍFICOS”.
“Por encima de la improvisación, el capricho y los intereses personales están las necesidades de los maniquíes”