TEMA que presentó el Sr. Javier Figueroa y del Valle a la PRIMERA CONVENCIÓN CULTURAL Y ESPIRITUAL DE MÉXICO.

Palacio de Bellas Artes, 27 de marzo de 1941

ESPIRITUALIDAD

Y

 BRUJERÍA

Dedicado a mis queridos Padres y a mi mentor e inspirador, el Maestro K.H.

Devotamente.-----------------

El tema de la ESPIRITUALIDAD constituye en la actualidad un verdadero problema, por cuanto cuando no se tergiversa por completo el sentido de lo Espiritual, ignorándose de fondo la estructura y el hecho del Espíritu, se trata de una obvia desviación o un amaneramiento antitético provocado adrede.

Así, cuando se habla de ESPIRITUALIDAD, corrientemente, resulta engorroso, pues no hay nada más difícil que de especificar qué es lo que se entiende por tal cosa. A lo mejor se trata simplemente de una FE MÍSTICA o de una DEVOCIÓN RELIGIOSA, o bien de una SUPERSTICIÓN o un FANATISMO prohijado por una torpe ignorancia o una incultura propia de ilusos.

De hecho, la bienaventuranza de los pobres de espíritu es sumamente problemática, y es el motivo por el cual la gente ensimismada no escatima desprecio alguno a este respecto. Por otra parte, el vulgo, siempre tan necio, cobarde y torpe, rehúye todo lo específicamente ESPIRITUAL, porque lo mira todo con un ojo perverso o difuso, y no ve sino reflejos de sus propias inepcias y complejidades psicológicas.

De ahí el desprestigio en que se encuentra en la hora actual la ESPIRITUALIDAD. Y si se añade a esta situación las artimañas de la charlatanería y la impostura, o aun de los sistemas religiosos y las organizaciones filosóficas poco escrupulosas o más interesadas en fomentar sus intereses económicos que la sana ética y desarrollar el positivo y completo enaltecimiento del ser humano, las cosas del Espíritu quedan tan desfiguradas, maltrechas y desvencijadas, que se hace verdaderamente imposible entrever la Verdad entre tanta confusión.

La mala fe es por mucho responsable de esta situación, a igual título que la SUPERSTICIÓN y el FANATISMO, que son euménides nacidas de la IGNORANCIA. Desdichadamente, la ESPIRITUALIDAD es raras veces una floración cultural y el producto de una genuina disciplina perfectiva del ser, y entonces vemos que los incursos en cuestiones trascendentales de Religión o de Filosofía se caracterizan más bien por su SUPERSTICIÓN Y FANATISMO que por sus realizaciones subliminales y logros evolutivos. Pero en los casos de mala fe, resalta todavía más el hecho, porque tergiversa los Principios sacrosantos y desvirtúa lo noble del Espíritu, adrede, para satisfacer fines nada dignificantes ni edificantes, sino simplemente egotistas, pasionales, malévolos y abyectos, y es entonces que contemplamos la floración ignominiosa de la MAGIA NEGRA, HECHICERÍA o BRUJERÍA.

La mala fe, de todos modos, es un producto de la ignorancia, porque no hay posible ignominia, abyección ni pasión rastrera en los corazones purificados por el dolor, emancipados por el Amor, sublimados por los estudios disciplinales o rectificados y enaltecidos por una razón sana y bien cultivada.

Nos empeñamos en establecer estos importantes distingos, pues es de rigor que la humanidad, a estas alturas, descubra cual haya sido la culpa y el motivo de sus incontables fracasos y de sus presentes crisis morales, de consciencia, cultural y Espiritual. Positivamente, la desorientación ideológica, en medio de un cúmulo desconcertante de cultos, creencias y sistemas de devoción, proviene de un profundo trauma, de una afección psíquica que alcanza a las provincias trascendentales de la Conciencia y los reinos superlativos del Espíritu. Se trata de un asunto de verdadera IGNORANCIA respecto de la vida y una falta descorazonante de sentido trascendental, por una parte, y por otra, de una total ausencia de formación de carácter, de despertar de la Consciencia y de Realización Espiritual o Ecuménica. Y si la humanidad gime bajo un fardo tremendo de problemas aterradores, que no acierta a resolver ni recurriendo al burdo y cruel procedimiento de la guerra fratricida, es porque todavía tiene preferencias de índole ancestral, instintivas, y acoge con mayor facilidad las más burdas hipótesis y las más simplistas razones, que los bien sentados fundamentos científicos o filosóficos; de ahí la prevalencia tradicional del dogma sobre la razón y de las doctrinas amaneradas sobre los silogismos matemáticos en su precisión y ecuménicos en sus trascendencias.

Al dejar sentado una clara y concluyente definición entre lo ESPIRITUAL y la BRUJERÍA (Hechicería, Magia ritualista exotérica, Ocultismo de ilusos incultos o anormales, Magia Negra y CIENCIA ASTRAL, gnosticismo supersticioso…) queremos rendir un positivo servicio a la colectividad humana, a fin de que quede bien resuelto el problema de los valores en lo tocante a estos importantes asuntos.

De hecho, lo ESPIRITUAL es un asunto de valores trascendentales. Pero no así la BRUJERÍA, que es una simple propensión y actuación de individuos descontadamente ilusos, de dudosa moralidad y de ética supra egotista, de incultura inconfundible, de sugestionabilidad morbosa, y de indignidad personal que se demuestra por sí sola.

La verdadera ESPIRITUALIDAD es rara, porque, decimos, es un logro excepcional de seres esforzados o geniales que por su extraordinaria fuerza de carácter y sus disposiciones mentales superlativas, pudieron dar consistencia a sus vivencias de Consciencia y por ende actualizar en sí y de por sí valores nada corrientes que demuestran un inconfundible enaltecimiento Espiritual. Es el caso de los verdaderos Santos, Devas, apóstoles, grandes místicos, filósofos, genios, en fin, que forjaron los destinos de la especie humana. No confundamos esto con la espiritualidad subrepticia y funambulesca de las gentes incultas y supersticiosas que acuden a Templo en pos de favores celestiales y gracia Divina a cambio de plegarias desesperadas o de torpes dádivas en forma de promesas, cirios, flores o penitencias, ni tampoco con esa característica devoción con tufo semi charlatanesco y semi supersticioso que encontramos en la mayoría de los Centros Espiritistas, donde los médiums son personas ignorantonas o de hecho trastornadas o con visibles señales de sus morbosidades mal disimuladas. Tampoco hay que confundir nuestro concepto de la Espiritualidad serena, sana, noble y enaltecida, con esa forma de espiritualidad de santurronería que encontramos en los místicos de cámara oscura, que se bañan de sahumerios en Logias lóbregas y que además de engañarse con sus propias fantasías creen estar siempre tratando con entidades del ASTRAL y hacen pactos con diablos y entidades de sus propias morbosas ilusiones y grotescas emanaciones de su ingénita INCULTURA.

Por lo que respecta a la BRUJERÍA, es de hecho la antítesis de la verdadera Espiritualidad que propugnamos, y es lo que ha hecho decir al exaltado autor del “Dogma y Ritual de Alta Magia”, Eliphas Levi, el ex–cura de Roubaix Alfonso Louis Constant: “EL MAGO DISPONE DE UNA FUERZA QUE CONOCE; EL HECHICERO SE ESFUERZA POR ABUSAR DE LO QUE IGNORA” y continúa diciendo: “El diablo, si está permitido emplear en un libro de ciencia esta palabra despreciable y vulgar, se entrega al mago y el hechicero se entrega al diablo. El mago es el soberano pontífice de la Naturaleza, el hechicero no es otra cosa que el profanador de la misma. El hechicero es al mago lo que el supersticioso y el fanático al hombre verdaderamente religioso…. La magia es la ciencia tradicional de los secretos de la Naturaleza, que nos viene de los magos”.

Tal definición no deja lugar a duda alguna. La ESPIRITUALIDAD es una profunda a la vez que trascendental CIENCIA: mejor dicho, es la CIENCIA POR EXCELENCIA DE LA NATURALEZA, y el mago es todo aquel que conoce a fondo esta sublime Ciencia. De ahí que el nombre más adecuado que se pueda dar a la Espiritualidad verdadera, es MAGIA. A veces se dice MAGIA BLANCA, precisamente para distinguirla de la MAGIA NEGRA, que es la ciencia de la ignorancia, el arte de los supersticiosos, la filosofía de los fanáticos, la religión de los incultos y anormales. Por eso el citado autor refiere que “por medio de esta ciencia, el adepto se encuentra investido de una omnipotencia relativa, y puede operar superhumanadamente, es decir, de una manera que no está al alcance de los demás hombres. Es así como muchos adeptos célebres, tales como Mercurio, Osiris, Trimegisto, Orfeo, Apolonius de Tyana y otros, que podría ser inconveniente o peligroso nombrar, han podido ser adorados o invocados después de su muerte como dioses. También es así como algunos otros han llegado a ser prosélitos del infierno o aventureros sospechosos como el emperador Juliano, Apuleyo, el encantador Merlín y el archi-hechicero, como se llamaba en su época, el ilustre y desgraciado Cornelius Agripa, Obispo católico de Ratisbone.

Los grandes genuinos ESPIRITUALISTAS, hemos dicho, son raros, y por lo mismo son poco comprendidos. De ahí que se los tache generalmente de todo aquello que precisamente ellos han trascendido y que combaten o son la noble antítesis. El ejemplo de Jesús, convertido en Cristo por su Iniciación Espiritual y sus logros trascendentales, es histórico, y se ha repetido continuamente en el trascurso de la historia, porque la gente humana vulgar no puede sino denigrar y combatir a quienes han superado las incidencias brutales o grotescas de la vida mundana; lapidan a Moisés, crucifican al Sr. Jesucristo, acusan de plagiario a Virgilio, a Victor Hugo le acusan de incestuoso, al Dante de pederasta, a Goethe de villano, a Beethoven de ignoble ladrón, a Rosini de loco envidioso, a Edinso de vulgar ratero, a Rafael de infame criminal, Blavatsky de leprosa y ramera, a Leonardo Davinci de poseso del demonio, a Rodin de copista… porque el vulgo no sufre la superioridad ajena menos aun si se trata de algo que ellos mismos quieren tomar como escudo para esconder sus propias lacras o cobijar sus inmundas pasiones…y la historia se va repitiendo continuamente. Al genuino Sabio se le imputa toda clase de bajezas, al apóstol se le difama y persigue, al genio se le hace insoportable la vida negándosele toda felicidad, paz y dignidad. Es que los valores trascendentales provocan siempre reacciones antitéticas, o sea, despiertan pasiones grotescas y egotismos bajos; ponen en acción las fuerzas malignas y rastreras que subyacen en las almas hipócritas de los animales humanos (humanimales) que no aciertan a desechar sus crueles instintos de bestias incultas mal disfrazadas de seres civilizados. Es así como la Espiritualidad genuina es tergiversada y desprestigiada, en favor de supersticiones vulgares, pasiones ignominiosas y misticismo de incultura y fanatismo morboso.

La BRUJERÍA, HECHICERÍA o MAGIA NEGRA, que crispa los nerviosos de las almas sencillotas, es motivo de predilección en la estulticia corriente. Las almas incultas son siempre mezquinas, y tratan de suplir sus impotencias y debilidades con artimañas misteriosas; de ahí que recurran a todos los medios que les inspiran sus bajos instintos y su mente inculta y supersticiosa.

La HECHICERÍA es la antítesis de la ESPIRITUALIDAD, o viceversa. De ahí que la hechicería sea siempre supersticiosa y el producto nato del fanatismo más grotesco y vulgar, o sea de la mente inculta.

Las almas demasiado probadas por la vida y que sufren más allá de toda esperanza, vencidas por sus propias miserias internas, o sea víctimas de sus íntimas bajezas, torpezas y turpitudes, son los clientes obligados de esa MAGIA NEGRA, que se nutre de los oportunismos más desoladores. De ahí que prospere tanto la explotación del dolor, en manos de la misma ignorancia.

Ejemplos edificantes respecto de la ESPIRITUALIDAD auténtica, podemos encontrarlos en las vidas sacrificadas en holocausto al progreso humano, o dedicadas a la glorificación de la verdad. Los casos de Hipatia, de Blavatsky, de San Francisco de Asís, de Dharmakaya, del Cardinal Mercier, del Obispo Strosmayer, de Ángel Silesius, de Paracelso, de Beethoven, del rey Louis de Bavaria, son elocuentes demostraciones de tales prodigiosos valores que ocasionalmente se asientan y desarrollan en los secretos recodos del ser humano.

Respecto de la Hechicería, sería difícil dar casos a modo de evidencia, sin incurrir en la penosa actitud de revelar graves secretos personales. Pero el Hechicero o Mago Negro se revela a sí mismo. Por mucho que pregone ser un sabelotodo, es un simplista e ignorantón, y sus afectaciones pietistas son de una puerilidad risible; sus sentimientos son siempre dudosos, cuando no del todo condenable, por la misma índole de sus disposiciones y actuaciones. El mero hecho de recurrir a ritualistas confusos y teorías estrambóticas y presumir de intercesoras entre las almas atormentadas y los Poderes Superiores que reduce siempre a condiciones astrales es la mejor evidencia de que son supersticiosos y burdos incultos, pues nadie que sea medianamente culto o que conozca siquiera los prolegómenos de la Espiritualidad, puede desconocer los peligros del Astral y la naturaleza grotesca e ilusoria de las entidades Astrales.

El HECHICERO hace uso igualmente de las artes engañosas que disponen la credulidad humana para torpes actuaciones. Ora es los naipes (Tarot), ora la adivinación en una bola de cristal, ora es la invocación de entidades “desencarnadas”, ora el perfecto simulacro de comunicaciones con mundos invisibles o ultra terrenales. Si no, hacen las más extravagantes recomendaciones. Obligan a sus víctimas propiciatorias a ir a un cementerio a recoger huesos de difuntos a ciertas horas, o bien elaboran brebajes exóticos, y exaltan paradigmáticamente las virtudes de sus extrañas ciencias y nebulares facultades. Invariablemente, profetizan con gestos pontificiales arrogantes, y dejan entrever su desquiciada mente a través de sus deleznables presunciones. Presumen invariablemente poseer virtudes extraordinarias, conferidas por entidades o personalidades extraordinarias, y fungen como grandes Sacerdotes del Misterio gracias a sus conexiones con los Planos Superiores, donde se tutean con la Divinidad y hacen cama y mesa común con los personajes más destacados de la historia humana. Indudablemente, son seres anormales que cortejan la locura, mercadean con el dolor, la miseria, la desdicha y la ignorancia humana, sin más responsabilidad moral que la que les proporciona la astucia que encubre sus turpitudes y su provecta inescrupulosidad.

¿Qué eficacia puede tener la CIENCIA OCULTA, o los ARCANOS IMPONDERABLES de estos mercachifles ignominiosos, ignaros y burdos, cuya única ley es la superstición y cuya única norma es el fanatismo de sus ilusas víctimas ocasionales? – Lo repetimos, nada demuestra tanto la capacidad de bajeza del alma humana como la HECHICERÍA, porque es la ignorancia convertida en ciencia, y la superstición exaltada a la categoría de filosofía, arte y religión de naturalezas morbosas, desquiciadas, amargadas o simplemente enemistadas con la humanidad y la dignidad y utilizan sus fuerzas íntimas con el fin exclusivo de contaminar a las gentes con sus bajezas, odios y perversidades. La hechicería se funda en la perversidad, el odio y las pasiones humanas, porque de no ser así no prosperaría por falta de clientela, por una parte, y por otra por falta de entusiasmo y capacidad en los presuntos o potenciales Hechiceros.

En la HECHICERÍA, el actuante utiliza su fuerza mental y sus escasos conocimientos o remedos de culto simbolista, a modo de vehículo energetizador de su voluntad. Acaso el procedimiento sea bien fundado, científico en sí, pero como está encaminado a fines torpes, grotescos o perversos, no puede rendir los resultados apetecidos. De ahí el clásico fracaso de la HECHICERÍA. Si no fuera así, sería fácil eliminar cualquier enemigo – y nadie está exento de enemistades gratuitas; y si la Brujería fuera eficaz de veras, no habría tranquilidad por ninguna parte en este mundo, pues la maligna superstición se entronizaría. Por fortuna, todo está equilibrado en la naturaleza, y es lo que hace que las artes funambulescas y astrales de los Hechiceros sean más bien inocuas, resultando con efectos solamente en los casos de extrema fe en los actuantes – porque la fe implica una fuerte exteriorización de energías íntimas del ser. Por otra parte, el hipnotismo, utilizado con cierta ventaja por los Hechiceros, es indudablemente un recurso efectivo, como lo es también la trasmisión del pensamiento. Pero hay fuerzas en el ser humano que superan a todas las perversidades y bajezas, cobardías e ignorancias: ES EL SENTIDO MORAL DEL POTENCIAL ETNICO. A este potencial, no se le puede explotar impunemente; así, no es posible sumergir del todo un corazón puro en un ignominioso fangal vicioso a despecho de la voluntad de los concernidos, ni es posible explotar la dignidad interna de las gentes sin responsabilidad alguna. Se podrá de hecho causar daños graves en la salud corporal por medio de “enlazamientos” o combinaciones que afectan psíquicamente a las personas aludidas, pero en lo moral hay una citadela invencible, impugnable, que es el Espíritu en sus propios fueros, donde no penetra ningún intruso ni afecta ciencia negra o indigna alguna. Entonces se produce lo que en ocultismo se llama el “CHOQUE EN RETORNO”, que consiste en un regreso de las fuerzas mal encausadas, a su punto de partida. Así, un mal pensamiento se vuelve contra quien lo genera o sostiene y crea ahí las condiciones que forma su potencial. Así mismo, una mala arte de hechicería no afecta a ciertos seres de contextura noble, porque la circunstancia se resuelve contra quien la crea, contra el hechicero. Esto, otra vez, es la explicación fehaciente del porqué todo hechicero o NIGROMANTE acaba mal en su salud, en la más completa demencia, o con trastornos en su vida que lo hacen desdichado fuera de toda comprensión.

El OCULTISMO es, obviamente, una Ciencia, una Ciencia Trascendental, por el hecho de que trata de los aspectos más fundamentales y trascendentales de la realidad; pero en manos ignaras y perversas, no puede ser muy recomendable. Sin embargo, por quien sabe qué ironía de la vida, el OCULTISMO es siempre escogido por los supersticiosos, fanáticos y estultos más grotescos y perversos para explotar sus comercios fundados en la credulidad y las pasiones humanas, y por otra parte la gente intonsa cree hallar esta magnífica conquista del Espíritu en los seres burdos y charlatanescos, arrabaleros de las cuestiones del alma, y cuasi siempre presidiables tarados que solo buscan la satisfacción de sus propias ambiciones con el peculio ajeno.

Y otra vez citaremos a Eliphas Levi, que es el Gran Sacerdote del magismo fácil y estrambótico y que acierta a distinguirse por su extenso saber en la materia y su extraordinario estilo literario. Dice – “Volviendo al Sanctum regnum, es decir, a la ciencia y al poder de los magos, diremos que les son indispensables cuatro cosas: una inteligencia esclarecida por el estudio, una audacia sin límites, una voluntad inquebrantable y una discreción que no pueda corromperse o enervarse por nada… El hombre no se hace rey de los animales más que domándolos o domesticándolos, pues de otro modo sería su víctima o su esclavo. Los animales son, pues, la figura de nuestras pasiones; estas son las fuerzas instintivas de la naturaleza… Aprender a vencerse es aprender a vivir; las austeridades del estoicismo no eran sino una vana ostentación de libertad…Poder usar y abstenerse, es poder dos veces. La mujer te encadena por tus deseos; se dueño de tus deseos y tú encadenarás a la mujer…Ceder a las fuerzas de la naturaleza, es seguir la corriente de la vida colectiva, es ser esclavo de causas secundarias. Resistir a la naturaleza y dominarla, es hacerse una vida personal, imperecedera; es franquear las vicisitudes de la vida y de la muerte. Todo hombre que se halla dispuesto a morir antes de abjurar de la Verdad y de la Justicia, está verdaderamente vivo, porque es inmortal en su alma. Todas las iniciaciones antiguas tenían por objeto encontrar o formar hombres de temple semejante. Pitágoras ejercitaba a sus discípulos en el silencio y en abstinencias de todo género; en Egipto se probaba a los recipiendarios por los cuatro elementos; en la India, es sabido a qué prodigiosas austeridades se condenaban los faquires y los Brahmanes para llegar al reinado de la libre voluntad y de la independencia Divina… Tú que quieres ser iniciado ¿eres un sabio como Fausto? ¿Eres impasible como Job? ¿No? ¿No lo eres? Pues puedes serlo si quieres. ¿Has vencido a los vagos torbellinos de ideas vagas e inclaras? ¿Eres hombre sin indecisión y sin caprichos? ¿No aceptas el placer más que cuando quieres y no quieres sino cuando debes? ¿No eres siempre así?...

Ha, si no es a base de estas condiciones, si el hombre es una víctima de sus pasiones y vanidades, si es una veleta de circunstancias y un indolente payaso de todas las ocasiones, no debe internarse en cuestiones de Ocultismo o ESPIRITUALIDAD genuina, pues estas cuestiones no son para almas débiles y valetudinarias. No se alcanza a poseer la Ciencia Espiritual, que consiste en utilizar las fuerzas íntimas y las de la entera Naturaleza Universal, a voluntad, sin cumplir los serios requisitos de una iniciación que conduce a la vida serena, fuerte, eufórica y en íntima armonía con los poderes superiores de la vida. Ahora dígannos los explotadores de la credulidad humana, los echadores de “suertes”, los hacedores de filtros mágicos, los impostores que se dicen enviados supraterrenales, los charlatanes que vendan “tattwas” en frascos, los que pretenden tener a su mando perverso, recalcitrante, fanático y fantoche legiones de entidades astrales…los que pasean sus vicios y lacras bajo serios disfraces de santidad, los que pretenden desdoblarse en el Astral cada vez que se les antoje, los que invocan “muertos” y hacen alarde de sus antecedentes reencarnativos propalando que son las reencarnaciones de San Juan, de Jesús, de Pitágoras o del Arcángel Miguel, en fin, estas torpes almas ilusas e ignaras que se entregan a la MAGIA NEGRA, dígannos, repetimos, si sus ocultismos, espiritismos, teosofías y poderes son comparables a esta sublime ESPIRITUALIDAD cuya revelación nos empeñamos en hacer a fin de que el público sensato no confunda con las piruetas emocionales y los erotismos místicos de seres desequilibrados o ilusos.

Y vosotros, ensoberbecidos embebidos de filosofías abstractas y esforzados exponentes de la cultura libresca, inseguros virtuosos de la moral que se recomienda a los demás pero que raras veces se toma como norma para la vida propia, decidnos, tenéis Principios filosóficos y condiciones morales tan exigentes como las que forman el fundamento de la ESPIRITUALIDAD que programatizamos. ¿Hay algo de superior a nuestros valores en vuestros vetustos sistemas de religión y argucias filosóficas que anquilosan consciencias, debilitan almas y conservan los cuerpos en sus propias taras e inmundas morbosidades?

Esta ESPIRITUALIDAD que propugnamos, la encontrarán los interesados en nuestros Cursos de Estudios, y además de la satisfacción que estos proporcionan, hallarán que les promueve una trasformación íntima, superativa, que solo puede compararse con un nuevo nacimiento. No trataremos, ahora, de propagandizar nuestros puntos de vista sobre pedagogía subliminal y psicología trascendental; pero podemos aseverar que quien se entregue a consciencia a la verdadera ESPIRITUALIDAD, buscando la prodigiosa, salud y generosa ayuda de un auténtico mentor Espiritual o Maestro de Sapiencia, nunca correrá ninguna clase de peligros para su salud mental y corporal, ni se fanatizará ni se volverá supersticioso, ni se inhabilitará para las ásperas lides de la vida diaria, ni se verá debilitado para vencer en todas las contiendas de la existencia moderna, ni tampoco degenerará en iluso o en loco, en poseso de entidades astrales ni en víctima irremediable de otras gentes..

La verdadera ESPIRITUALIDAD nos marca esenciales derroteros en la vida y nos fortifica; nos enseña las supremacías de la sinceridad, la honradez, la dignidad y nos hace vivir la Verdad a la par que la vamos descubriendo por nosotros mismos, por nuestros propios esfuerzos y experiencias; nos enaltece y depura, nos libra de bajezas y turpitudes, nos aleja de los vicios y nos hace vencer la vanidad, la lujuria, la envidia, la pereza, el orgullo. La petulancia y la violencia es propia de almas raquíticas, brutalmente apasionadas, pobres víctimas de sus propios instintos y miserias intimas. La Espiritualidad que propugnamos, que no se parece a la que decantan almas roídas por la envidia y la estulticia, sublimiza, enaltece, Diviniza el ser, induciéndolo paulatinamente al Saber Esencial…y haciéndolo vivir al compás de los Principios Universales.

La verdadera ESPIRITUALIDAD es un privilegio de élite de almas bien nacidas o rescatadas, salvadas según el lenguaje vulgar, porque incita el ser a su constante superación integral, haciéndolo trascender los Planos inferiores de la existencia para vivir las magnificencias de los Planos Superiores.

La genuina ESPIRITUALIDAD nos hace perder el temor y descubrir en lo íntimo de nuestro ser fuerzas sorprendentes, y entonces se produce el bello espectáculo de un ser que vence sus displicencias emotivas y controla todas sus energías, evitando así las incidencias satánicas, las explosiones de pasión, las tristezas aniquiladoras, las vanidades insustanciales, las insolentes cobardías y todas las morbosidades propias de la incultura interna.

Por otra parte, la verdadera Espiritualidad protege contra las fuerzas perversas del mundo, porque ningún mal pensamiento puede anidar en la diafanidad maravillosa de una personalidad entregada dignamente al bien, a lo bello, a lo verdadero. De ahí el sentir como de LIBERACIÓN que se experimenta cuando se llega a vislumbrar la grandeza del ESPÍRITU, especialmente después de haber sido víctima inconsciente de las artimañas y charlatanerías de Hechiceros de todas las calañas; es como romper cadenas, desechar fardos y librarse de venenos fatídicos. A esta liberación, nada puede sustituirla, porque implica tal renovación del ser o trasmutación de la personalidad, que se puede aducir con propiedad que se ha dejado de ser lo que antes se era, para hacerse de nuevo, grandiosamente y fuera de toda posible ponderación, en el verdadero Aliento Universal.

Pero cuan lejos nos trasportamos de las ranas secas, los menjurgues venenosos, las hierbas combinadas, la sangre periódica podrida, el vidrio molido, las grasas de los estómagos de muertos, los pelos de partes pudibundas de animales, las figuritas de cera virgen, los trapos y retratos de víctimas amasados en formas de filtros de amor… y todo el arsenal de brujería, como los búhos, los atanores, los naipes egipcios, las gallinas negras, los grimorios de San Cipriano, los pergaminos de Macho Cabrío, las oraciones de Salomón, las inmundicias destinadas a separar matrimonios, etc…que son el resumen del arte y de la ciencia maligna de esos sacrílegos HECHICEROS que idiotizan a sus víctimas y solamente atienden a sus propios beneficios pecuniarios.

Alejémonos de las criminales morbosidades de la HECHICERÍA, hagamos porque la gente ilusa deje de concurrir a los antros mefíticos de esas almas bajas y apasionadas cuyas artes diabólicas consiste en exaltar su propia ignorancia y en destruir en sus víctimas ocasionales lo poco de dignidad que queda en ellas, y sobre todo, si queremos que no haya confusión entre la verdadera ESPIRITUALIDAD y la ruindad de alma que se denomina HECHICERÍA, hagamos porque las gentes sensatas, honradas, dignas y cultas comprendan las diferencias que hemos dejado establecidas aquí, y que a la par que se alejen condenatoriamente de toda implicación de la HECHICERÍA, pugnen porque se comprenda mejor y se siga enaltecidamente a la genuina ESPIRITUALIDAD.

La HECHICERÍA es propia de almas bajas y se traduce siempre en ODIO, en PASIONES rastreras, en IGNOMINIA, en ENFERMEDADES EXTRAÑAS y en LOCURA.

La verdadera ESPIRITUALIDAD es siempre serena, bondadosa, eufórica, dignificante, porque es una aristocracia de la Inteligencia y la Nobleza del Espíritu.

México a 16 de marzo de 1941