EL ASIA CENTRAL

         El anticomunismo nació en el extranjero, en Asia Central, y es aquí donde debía nacer una verdadera filosofía antimarxista, gracias a los trabajos científicos de un gran número de Agharthianos.  Incluso ahora el Príncipe Cherenzi sigue representando el espíritu de reforma económico-social según los valores del Espíritu y no mediante la violencia y el egoísmo organizado.

         El comunismo continuó teniendo éxitos en el mundo entero.  Se impone sobre todo donde quiera que se padezca la injusticia social y la esclavitud económica, como si su destino debiera ser alimentarse de la descomposición de la civilización y de toda negación de la cultura.  A la ignominia añade el crimen y la esclavitud: la miseria, se apresura a reforzarla por el odio y la regimentación embrutecedora.  Muchos países caerán bajo su influencia mágica de religión demoniaca.  Ya el mundo entero está amenazado.

         En el mismo corazón de Asia, hemos comprendido todo esto.  Así que, a pesar de los reveses no abandonamos la aspiración de vencer este enemigo de la humanidad un día lo suficientemente cercano.  Es lo que el Príncipe Cherenzi (Schernrezig) decía a sus tropas: “Una derrota no es más que la indicación que prueba que la batalla no ha terminado”. Puede ser mejor definido su pensamiento cuando creó su lema también concebido: “Pierdo a veces algunas batallas, pero jamás mis campañas”.  Viéndose vencido por el poder nefasto de la política, la cual es sobre todo Internacional, prefirió abandonar las armas, pues detesta profundamente la guerra.  Es la razón de su exilio voluntario lejos de sus estepas y montañas sagradas.  Sabremos alguna vez la tragedia infinita de este gran jefe espiritual quien prefirió alejarse del peligro y proseguir su destino universal en otra parte, antes que morir de pena como el genial Gengish Khan ante la insurrección de sus propios generales que se habían vuelto demasiado egoístas y orgullosos para mantener la integridad del más grande de todos los imperios de la historia.

         Una de las primeras decisiones de Lenin fue destruir toda contrarrevolución en Rusia, durante su propia glorificación como jefe del Imperio de las Rusias.  La consecuencia fue el monstruoso asesinato de la Republica Blanca, el asesinato inicial del bolchevismo Internacional.  Los ejercicios de Koltchak y Denikine muy rápidamente fueron vencidos, e importantes contingentes armados se fugaron hacia el Oriente, así como interminables columnas de refugiados civiles, buscando una liberación en la huida hacia la libertad y esperando evadirse del infierno comunista por los puertos chinos e hindúes.

         El éxodo fue terriblemente penoso, pues el hambre y el frio diezmaban las filas de ambos, mientras que en su huida los siguieron las tropas bien armadas de Lenin, masacrando y matando sin piedad ni respiro.

         La llegada a Mongolia de los contingentes empobrecidos y agotados de los ejercicios destruidos de la Rusia Blanca, y de los restos de elementos fieles al Zarismo, provocó rápidamente la insurrección de los Mongoles, encontrando en esta coyuntura histórica una bella oportunidad de volverse independientes también del decadente Imperio Celestial (China) y de las influencias demasiado apremiantes del Zarismo Ruso, que era la más pura esencia imperialista entonces conocida.

         Con apenas el tiempo para organizarse, Mongolia, Tartaria y una gran parte de Manchuria declararon su independencia y trataron de construir una poderosa muralla, una última barrera fortificada contra la invasión bolchevique y comunista.  Durante tres largos años, la guerra estalló en el corazón del Asia, sin que el resto del mundo lo notase, o incluso quisiese ocuparse de ello, a pesar de todas las solicitudes de ayuda en armamentos.  Los medios de defensa llegaron rápidamente a faltar. Mientras que los Rojos tenían cañones, buenas pistolas, metralletas, etc., las delgadas columnas contrarrevolucionarias de Asia Central contaban apenas con algunos viejos revólveres y, arcabuces sin municiones, arcos, flechas y cuchillos o lanzas. Nuestra sola ventaja consistía en buenas monturas, pues los caballos tanto como los camellos abundaban, proviniendo sin cesar de las regiones del sur. Los bolcheviques tenían a su ventaja los productos alimenticios y armamentos traídos por el ferrocarril transiberiano, aportados por el conjunto de los territorios rusos ya sometidos a la odiosa violencia roja.   

         Se constituyeron tres grandes ejércitos de cien a trescientos mil hombres cada uno, en Asia Central. Uno en Turquestán o Tartaria, comandada por el Barón General Von Ungern, Von Esternberg, el otro en Manchuria comandado por el Príncipe Chultku Jen y finalmente otro en Mongolia que dirigía el Príncipe Djayédet Narum Mangus.  Desgraciadamente faltaba en estos equipos una unidad técnica. No había tampoco la menor planificación de estrategia, pues cada uno se defendía como podía o atacaba según las ventajas que les ofrecían las circunstancias.  La mayor parte del tiempo, las operaciones tenían lugar en la noche, así como los desplazamientos para engañar mejor la vigilancia de los rojos, al igual que para actuar por sorpresa. Para esta época, todo hombre se volvía soldado, con tal de que tuviese una montura y un arco con flecha o una lanza. El éxodo se prosiguió también allí, pues había que huir de las depravaciones y el salvajismo demoniaco de los bolcheviques.  Todo Asia Central se transformó en un inmenso campo armado, unido con el exterior mediante las rutas comerciales en las que viajaban las caravanas. Contábamos con una débil estación de radio en Urga, que nos servía a duras penas para saber que existía un mundo más o menos civilizado fuera de estas luchas sanguinarias, de las cuales éramos sin cesar los actores o las víctimas.

          Mongolia empezaba sin embargo a vivir en un Estado Libre e independiente. Manchuria no tuvo tiempo para esto, pues los políticos no pudieron llegar a ponerse de acuerdo.  En Turquestán hubo diversas formaciones políticas, pero siempre sin consistencia por falta de apoyo financiero y material desde el exterior.  Eso debía dar la impresión que todo Asia Central estaba de nuevo unido, como en los tiempos de los Khans.  Esta visión no carecía de bases de realidad, pues los Príncipes descendientes de los grandes Khans siempre han acariciado esta idea, que parecía volverse una realidad, gracia a un comandante único que debía organizarse en 1921 en el seno de los Santuarios espirituales.  Diversas reuniones tuvieron lugar en Narabanchi Lob-Nord y Kara Nor y Koko-Nor, en presencia de los Houtoultous o Budas Vivientes y de los principales Jefes militares y príncipes, y era entonces cuando una acción conjunta de las fuerzas materiales debía desarrollarse.  Es cierto que la dirección fue reservada al Jefe del Aghartha, conocido como Rey del Mundo, cuyo incontestable poder es más bien de orden moral y espiritual.  No se gana una guerra haciendo moral o con enseñanzas espirituales.  En realidad, fuimos asaltados por los ejércitos rojos, mucho mejor organizados y más poderosos que nosotros, y la única defensa que nos podíamos permitir en nuestros reductos aislados, siempre rodeados de desiertos y casi sin comunicaciones con el cercano exterior, era emprender unas operaciones desesperadas durante las tenebrosas noches sin luna.  El cuchillo era el mejor aliado de nuestras fuerzas.  Nuestros cortadores de cuellos eran mucho más temibles que nuestros jinetes hambrientos convertidos en lanceros destinados a combatir contra metralletas o cañones.

         Le Barón von Ungern era el verdadero genio militar de esta magnífica epopeya de la desesperación. Un pequeño puñado de oficiales Zaristas lo acompañaba. ¿Pero, cómo combatir sin armas y sin avituallamiento?  Incluso los soldados de los desiertos, a pesar de sus cualidades excepcionales y su supremo desdeño por la muerte, no podían tener “vida larga” frente a unas fuerzas despiadadas y bien armadas.

         El Mariscal de Campo o supremo Comandante, sin embargo, era el Príncipe Schernrezig, descendiente de la casa imperial de los grandes Khans Huighurs de los cuales Gengis Khan y Kublai Khan fueron los más conocidos a lo largo de la historia.  El Príncipe Schernrezig o Cherenzi fue también el jefe de la casa Imperial de los Huighurs. De ahí las leyendas, que hacían de él, el verdadero Gran Espíritu y Supremo Señor de la Gran Tierra.  Este Príncipe era en realidad un gran demócrata, un realista y muy poco acogedor a las cualidades de divinidad que por todos lados se le concedía.  Así que se lo vio en los campos de batallas, y por dos veces fue hecho prisionero por los rojos, sin que estos se dieran cuenta. Debía rápidamente ser rescatado, pero todavía tenia rastros de heridas físicas y morales.  Los rojos supieron más tarde que habían tenido en sus manos el Príncipe más influyente del Asia Central, en función de Mariscal de los ejercicios de liberación y anti-bolcheviques, pero demasiado tarde para soñar une repetición de un golpe tan de buena fortuna.  La suerte de Asia Central había sido decidida desde entonces, pero a un precio mucho menor de lo que los comunistas debían pagar por atrapar el Oriente según su gran aspiración.

         Después de más de tres años de batallas, Mongolia gozaba de su Independencia.  Sin embargo, las muertes del Barón van Ungern tuvo que pesar sobre este extraño destino del Asia Central. Su desaparición provocó serios problemas de orden militar. Los oficiales Rusos blancos abandonaron la lucha, y los Asiáticos fueron dejados a su suerte. Así que, sin armas ni proyectos políticos a la europea, los diferentes grupos de Asia Central se atrincheraron en los contrafuertes de los desiertos y las montañas de Karakorum, Chans, y del Manny Machen, mientras los europeos proseguían su cabalgata hacia el océano.

          Entre tanto, los rojos se habían consolidado en Europa y empezaban, de hecho, a triunfar en todos los territorios del mundo entero.  Era en realidad la potencia oculta genialmente organizada que ponía a contribución la injustica social y las miserias de post-guerra. El Asia Central se convirtió entonces en el campo de acción de fuerzas secretas. La política en gran parte desprovista de dinero substituía los soldados temibles y despiadados. La diplomacia maquiavélica y satánica, entonces, triunfó una vez más en Mongolia, como en cualquier otra parte.  Es entonces que la Aghartha cambia de residencia, emprendiendo el camino del éxodo, no queriendo y no pudiendo afrontar las fuerzas armadas rojas, visibles o invisibles.

         Le Príncipe Schernrezig debía rápidamente tomar la presidencia de Mongolia Libre, porque ésta se volvió en la apuesta de los intereses políticos comunistas en primer lugar.  Él renunció y tomo el camino del exilio lejos de la misteriosa Asia y de sus ancestros.

         No está cercano el día para que se conozca todos los detalles de esta “Pequeña Guerra” del Asia Central, donde el destino del mundo entero se debería jugar, en definitiva.  A pesar de los acontecimientos, los jefes y los príncipes del corazón del Asia dicen que la suerte del mundo se jugara en el Gobi, y creen firmemente que el futuro verá el triunfo definitivo sobre los rojos.

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UNIVERSIANOS

 

Nuestra concepción de un refugio gozando de un estatus oficial de EXTRANACIONALIDAD difiere fundamentalmente de los conceptos corrientes de una nacionalidad.  En realidad, no tenemos el menor interés en ser considerados como una Nación como hay tantas otras.  Queremos exclusivamente gozar de una autonomía soberana donde todas las naciones, todos los pueblos y todas las creencias religiosas encontrarían un Santuario de neutralidad y de protección garantizada. Es fácil entrever los motivos por los cuales esto no podría ser posible mediante un acuerdo entre Naciones, pues en un momento dado siempre se olvidan los deberes para hacer valer los derechos que estiman de rigor.  Es necesario pues un régimen sin parcialidad, sin injerencia de ninguna Nación, Iglesia, clan o partido de ningún tipo, de manera que todos y cada uno reciban un tratamiento idéntico y justo. entonces, únicamente una organización benévola, fraternal e impersonal, así como no sectaria y no tradicional sabría asegurar tal servicio en un espíritu de absoluta concordia, generosidad y Comunión Espiritual.

Entre nosotros, los Ciudadanos de todas las Naciones, los Creyentes de todas las Iglesias, y las personas honradas de todas las razas y escuelas filosóficas tendrían acceso sin cuestionar ni su fe, ni su nacionalidad, ni su conciencia ni libertad individual……

El estatus legal que buscamos es pues el de un conglomerado de individuos independientes, amantes de la paz, de pensamiento libre, con alma liberada que no pueden ser tomados en consideración en los medios tradicionales y dogmáticos, o que no pueden soportar los intervencionistas esclavizadores, las dictaduras totalitarias ni las regimentaciones formales.

Ya hemos hablado de UNIVERSIANOS, es decir de individuos de conciencia liberada, con corazón ultra humanitario y de pensamiento independiente, generoso y compasivo.  Se trata aquí de una conciencia cósmica y de un sentido de la vida imposible de ser contenidos en unos moldes estrechos de concepciones convencionales o de dogmas herméticos y absolutos.  Los Ciudadanos del Mundo a los cuales aludimos han aprendido a vivir mejor, y han evolucionado más allá de los prejuicios inhumanos, de aprovechamientos egoístas, de doctrinas egolátricas o de vanas convenciones.  ¿Es necesario culparlos por eso?  ¿No es acaso más bien una ventaja y un privilegio el aprender a vivir según los mejores dictados ético-religiosos y los más respetables hechos filosóficos de todos los tiempos?