Editorial

 

El Sentido Cósmico de la Vida

y

El comportamiento indispensable del hombre

 

De permanente actualidad

Confrontamos Ahora la necesidad candente de hallar nuevos derroteros, para la civilización del futuro. La que hemos conocido hasta ahora se halla en sus postreros estertores, y es imperativo que descubramos novísimos horizontes y planeemos la clase de vida que prefiramos para después del próximo protocolo de la Paz.

Conscientes de nuestros deberes – homo sum, humani a me alienum porto – queremos participar en la reconstrucción del mundo como artífices experimentales que somos en la enmienda de la naturaleza humana. Entendemos que es nuestro deber, y si no se nos reserva un asiento en la Asamblea del Parlamento Humano que esperamos la de constituirse con ocasión de la cesación de la guerra mundial, como venimos insistiendo, queremos por lo menos anticipar nuestra constancia. No reclamamos un puesto que seguramente se nos ha de regatear, pero sí consignamos desde ahora que exigimos que se nos oiga. No aspiramos a más. Si se nos presta un poco de atención, se sabrá de antemano lo que es tan indispensable que se tome en cuenta, si realmente se quiere la salud moral, material, Espiritual de la especie en el porvenir. No pedimos nada de índole personal para nosotros, ni esperamos ninguna clase de privilegio; pero sí puede descontarse desde ahora todo apoyo nuestro en favor de grupos o factores determinados, de pueblos o individuos – no se debe contar con nosotros como partidarios de intereses coaligados, inconfesados u otros, pues todos nuestros anhelos se cifran en el bienestar, la paz y el progreso humano, sin clanes ni sectas, sin coacción alguna, sea de “armas victoriosas”, de presiones diplomáticas, de “exigencias circunstanciales”. Queremos el entronizamiento de Principios Democráticos genuinos, sin subterfugios ni postergamientos; nada de promesas, sino hechos. Queremos ser intransigentes esta vez, porque en la anterior, cometimos el error de creer sinceramente y de fiar en el “Entente Cordiale”, y ahora queremos evitar en lo posible los desastres que significarían para la especie humana un nuevo engaño, una contemporización de estadistas incompetentes y necios, una remisión moral que significaría nada menos que una negación de la democracia y la adopción definitiva del Totalitarismo.

Hemos conocido el totalitarismo religioso de los dogmatismos proselíticos, y el político de los nacionalismos a outrance. Sabemos además que todos los males del mundo arrancan de estas dos modalidades de la estulticia humana en trances de violencia, bien sea por la ambición desmedida o el temor. Originan el caos económico, y la desestimación del Espíritu y el desprecio a lo auténtico Espiritual.

Pues bien, el hombre debe afrontar la situación actual, descartando de una vez el grave estado de sus ilusiones y el engorroso lastre de sus prejuicios y odios raciales, tradicionales y confesionales. Lo que se impone, ahora, es descubrir otras dimensiones de la vida, a fin de poder encajar en el cuadro de la realidad histórica y cósmica (1) que se está presentando, y elevar su standard moral y valía Espiritual a un potencial de indiscutible dignidad.

Hasta el día de Pearl Harbor, insistimos con fervor en el hecho de que era indispensable una revisión de valores, una reestimación de principios, una innovación de procedimientos y costumbres, un cambio de aspiraciones, un remodelamiento de la vida humana, una reestructuración política del mundo, un reajuste cultural, y, en fin, un reacondicionamiento económico social, mirando siempre hacia el desplazamiento del mecanismo materialista de las convicciones y aspiraciones humanas, y la rehabilitación Espiritual como fin indispensable de la existencia.

Hoy en día, comprendemos que la naturaleza, el Cosmos, se ha sobrepuesto a lo histórico. Por eso nos apresuramos a fijar derroteros Espirituales de acuerdo con los imperativos del momento.

En agosto de 1935, escribimos lo que sigue, a manera de editorial de la espléndida publicación Renacimiento Espiritual, de Los Ángeles, California, bajo el título “Hacia la Vida trascendental”.

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  • Más bien cósmica que histórica, pues responde a influencias Espirituales superiores. Por más que se empecine en ignorar y desdeñar, la especie humana está sujeta a un Plan de Evolución, y tiene Guías Espirituales responsables. El destino humano no podría permanecer fatalmente a merced de dictadores totalitarizantes, sin asistencia cósmica, máxime cuando estos se empeñan precisamente en contrariar las necesidades naturales y en destruir los valores espirituales y sirvan estas palabras de advertencia: ¡No se puede jugar impunemente con el destino de los pueblos ni con los imperativos de la Consciencia Universal, no importa cuál sea el pretexto que nos aduzca! Por eso es imperioso que se constituya pronto un Parlamento Humano, como para previo y luego como sustanciación de una Confederación Mundial de Naciones.

La historia ha dado su fallo ya, ningún gran imperio subsiste más allá de trescientos años y ninguna gloria humana descansa en intereses personales ni nacionales. Solo lo genuinamente humano y hondamente Espiritual ennoblece, satisface y perdura.