¿SOY YO EL DECIMOPRIMER KALKI AVATAR?

Publicado en: EL ANILLO ESPIRITUAL, No. 41, Barcelona 1950

¿Es posible destruir una leyenda y detener los malvados efectos de la difamación?

Estoy en deuda con el mundo entero en el sentido en que tendría que contestar esta importante pregunta, por cuanto he sido a menudo presentado como el Décimo Kalki Avatar, un Budha o un Mesías.

Sí la gente me pone nombres, se burla de mi, me insulta, me vilipendia, me ataca, o dice que soy un ladrón, un mago negro, un comunista, un villano, verdaderamente me cuesta menos responderles. Algunos han dicho incluso que soy un falso Koot Hoomi Lal Singh, un charlatán, un impostor. Me han acusado de casi todo lo malo bajo el sol. Aquellos que me tratan de esta manera son, naturalmente, místicos estrafalarios, extraños personajes y cuestionables voceros de la Hermandad, el Amor Divino y la Espiritualidad suprema. ¿Debería tratar de contradecir a estos extraños exponentes de ideales espirituales y doctrinas metafísicas? ¿Podría yo alguna vez lograr alejarlos lejos de su mente encasillada y repugnante comportamiento?.

¿No es natural, de hecho, que las mentes desequilibradas y los caracteres extravagantes difamen con saña a quienes desenmascaran sus faltas y refutan sus aseveraciones, o revelan sus vicios? ¿Es posible, de hecho, limpiar los Establos de Augías sin ser salpicado con el fango, o sin sufrir los perniciosos ataques de virus y parásitos? La calumnia es la mayor arma de las almas malvadas. Todos las conocemos, porque siempre hablan ruidosamente de Sabiduría Divina, de la Hermandad Humana, de los valores Espirituales, sin embargo no practican lo que alardean y afirman apreciar.

Sin embargo, cuando algunas almas sinceras proclaman que Soy un Sabio, un Santo, un Avatar, es mi deber rectificarlas, salvando la verdad.

En realidad, no es mi obligación decir lo que soy. ¿Habla el sol a favor de sus virtudes?  ¿Alardean los árboles de sus frutos? ¿Alguna vez las flores han dicho algo acerca de sí mismas?. En verdad, las acciones y cualidades hablan más fuerte que las palabras, y demuestran más que todas las doctrinas que los expertos puedan producir.

¿Por qué debería andar poniéndome etiquetas y proclamando que soy esto o aquello? Cuando las almas malvadas y los corazones  crueles me atacan, sonrió y dejo pasar los truenos diabólicos. Cuando se rinde homenaje a mi persona, no puedo más que decir que las palabras maravillosas me dejan indiferente y que ni añaden ni quitan nada a mi personalidad.

Llámenme Señor, es suficiente. Si dices que soy un Sabio, un Santo, un Avatar, tengo que hablar de mis deficiencias, de mis defectos y de mi ignorancia. No, por favor, no intenten hacer de mi una maravilla. Soy solamente un estudiante serio de la Vida, un respetuoso de la Voluntad Divina, un amante de la Verdad Universal.

No puedo aceptar ninguna forma de admiración, veneración y engrandecimiento. Permítanme ser lo que soy, y dejen hablar a sus corazones, no a sus bocas.

No quiero ser una deidad de ninguna clase. Admiren y sigan mi ejemplo si así lo quieren, pero por favor no pongan etiquetas sobre mi persona. Déjenme ser como soy, y si mi mérito es grande, alabe a Dios o a la verdad solamente.

Alguien acaba de decir que soy “un regalo de Dios al mundo”. ¿Por qué? Si hay algún regalo, es de Dios mismo, así que ¿Por qué referirse a mí?

Otra cosa ¿si fuese realmente un Avatar, no hablaría el Avatar por sí mismo, a su propia manera? Percátense, por favor, que nunca he dicho nada al respecto y que no tengo interés en ser aclamado como un Profeta, un Santo, un Avatar o algo parecido.

Si ustedes me aman, me admiran y se sienten incitados a elogiarme, sigan mi ejemplo, pero no me marquen con títulos o designaciones altisonantes.

Algunas personas hacen de mí un “Gran Maestro”, no obstante, me intereso solamente en ayudar a la humanidad. Si hacen de mí una esfinge, un capricornio, un mesías, una maravilla, están siendo demasiado personales y antropomórficos. Esto es exactamente lo opuesto a mis Enseñanzas.

Aquellos quienes dicen que soy un impostor, un demonio, una falsa divinidad, o el peor objeto de su odio y crueldad, están perdiendo su tiempo. Deberían empezar por demostrar sus aseveraciones. Del mismo modo, si proclaman que soy un mono, un virus, un comunista, un criminal, un monstruo, deberían también demostrarlo. Todas estas acusaciones son estúpidas, pero siguen siendo un desafío para quienes recurren a ellas.

Tal es mi respuesta. Los que me enlodan están ahora puestos en juicio por la CONCIENCIA UNIVERSAL. Aquellos que me admiran y aman están advertidos.

¿Qué he hecho para merecer tales títulos y designaciones ilusorias? Abomino ser tratado así, y me gustaría poder ir a vivir en cuevas boscosas, donde los moradores no son tan fantasiosos, extraños e imprudentes.

Pr. OM Schernrezig Lind

Simla, 5-12-1948