LA SENDA PERFECTA

 

La Senda Perfecta de la Vida, obviamente, debe ser una de anchuroso horizonte ético y filosófico sin situaciones subrepticias y con amplias avenidas hacia la satisfacción de los más caros anhelos que dimanan de lo recóndito del ser. Debe ser a la vez venero seguro de dicha, propiciamiento perenne de satisfacciones en todo lo asequible y en fin medio de Liberación de los desfiladeros, las dificultades y los tormentos de la vida. Tal es, en efecto, a nuestro entender, el ideal sumo de Perfección.

La Senda Perfecta no es la que proporciona facilidades para el oportunismo o que sirven para toda emergencia. Es más bien, la que nos ilumina en nuestras torpezas, guía en nuestras dificultades y en fin entusiasma en nuestros momentos de desaliento.

La Senda Perfecta es la que nos demuestra que nosotros mismos somos el “determinador máximo” en todas las circunstancias, el “elemento primordial” en toda aspiración, el “factor decisivo” en toda posibilidad y en fin que reunimos en nosotros mismos todos los poderes indispensables para lograr aquello que ansiamos. Así, si comprendemos bien nuestra aptitudes y estamos decididos a hacer un esfuerzo conveniente, es seguro que conseguiremos convertirnos en “artesanos de nuestro propio destino”, en “dueños de nuestra propia persona” y sobre todo en “regidores de nuestra propia existencia”. No se trata aquí de una filosofía acomodaticia ni de una fé ciega en ignotas fuerzas sobrenaturales, sino más bien de una amplia comprensión del funcionamiento de nuestros poderes innatos, a la vez que los cultivamos y determinamos su aplicación en la vida diaria.

La Senda Perfecta es la que proporciona ese sentido raro pero decisivo de “plenitud”, “serenidad”, “seguridad y firmeza” en el curso de la existencia. Es a la vez orientación, iluminación y aliento. Con ella no se existe “al acaso” o como eterna víctima de las circunstancias, sino debidamente asesorados de principios que nos permiten vivir con propósitos, en plena conciencia y en completa comunión (Mística) con las Fuerzas superiores que rigen la Naturaleza Universal. Es más; es saber sentir en inefable embeleso, el sutil fluir de la vida y estar siempre en Armonía con lo infinito; género de elegiaca certeza que además de infundir sumo respeto hacia la vida nos proporciona dignificante altivez, ufanidad de trascendente sublimidad y ansía inefable de intima refulgencia con designios alentadores de eternidad.

La Senda Perfecta no presupone una huída de las dificultades de la vida, sino más bien pulsar la realidad en toda su significación y comportarse de modo acorde con los designios de la Naturaleza en su sentido superlativo. Eleva, perfecciona, sublimiza, sin vacilaciones ni debilidades, porque se funda en el cultivo de todas las fuerzas y posibilidades del ser, ajena por completo a las suposiciones doctrinales y las fantasías dogmáticas de las ortodoxias metafísicas y tradiciones teocráticas.

En ella se ha de encontrar dicha y paz, pues sólo por ella se llega a las realizaciones cósmicas, o sea a la Realeza de la conciencia en su sentido más trascendente e integral, trascendiendo las fases inferiores y complejas de la realidad.

Desengáñense los ilusos; la felicidad, los poderes, los logros superiores no se alcanzan por ensalmo, por obra de magia maravillosa, sino más bien por medio de ciertos esfuerzos que son indispensables. Nada en el magistral mecanismo de la Naturaleza se altera o modifica sin una cierta conformación a sus propias necesidades. De ahí que toda conquista sea invariablemente la resultante de “merecimientos” o de determinados “encauzamientos”, no siempre comprendidos o conocidos. Pero quienes quieran hacer la prueba de estos enunciados no tienen más que proceder y han de notar que nuestros asertos son algo más que aciertos; son la expresión de verdades inconmovibles.

Toda la COMUNIÓN MISTICA Rosa Cruz descansa sobre postulados de esta firmeza; toda la CULTURA preconizada por nuestro Colegio radica en tales principios absolutos, que además de innegables pueden ser demostrados prácticamente por quienes se empeñan en no sufrir resignadamente la suerte de los “ilusos”, “valetudinarios” “pobres de espíritu” y que padecen la peor de todas las enfermedades: “La ignorancia de lo que es la vida y cómo (o para qué) es la verdad fundamental de la naturaleza”.

La continua SUPERACIÓN de sí con la consiguiente elevación de nuestras miras y el control del ser cada vez mayor, que conduce a la dominación de las circunstancias, sintiendo la euforia del ritmo trascendente de la vida en trance de perfección y la impresión de ufanidad sublime de estar absorbido por la verdad absoluta, tal es el genuino sendero de la perfección.

                                                                                              Swami Jñanakanda