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... D e l   H O M B R E  C O S M I C O

... Saludamos por fin la irrupción, en la escena de la historia terrestre, del HOMBRE COSMICO, el Ciudadano del Mundo que tiene el corazón cosmogénico y que se inspira en los intereses del Universo ante todo...

El HOMBRE COSMICO está ahí y se deberá contar con él, cada vez más.  De ahora en adelante es preciso percatarnos que el Hombre Cósmico -- aunque respetando las masas compactas y los diversos dogmas y SIN RECURRIR JAMAS A LA VIOLENCIA, ni siquiera tener EL MAS LEVE GESTO DE DESPRECIO para con lo que no le es favorable -- surge del fondo de las masas esclavizadas, constreñidas a regimentarse por las doctrinas en curso, clamando con tono estridente los derechos naturales de todo individuo. Se le percibe ya en la rebelión que tiene lugar en todos los sistemas, en todos los cismas, en la confusión social e incluso en las escuelas primarias.  Es el HOMBRE COSMICO, quien del corazón lacerado de toda la Humanidad entera hace su aparición y se opone a una civilización materializada, en plena descomposición.

Por mucho que las naciones se empeñen en alinearse y armarse, por mucho que las iglesias se empeñen en enfeudarse más que nunca dentro de sus tradiciones, no hay prestigio moral bastante fuerte y preciso, ni suficientes cualidades espirituales en el mundo para ahogar esta rebelión inspirada por el Alma Universal y por toda la Naturaleza del Cosmos.  No se puede combatir contra la marea de las fuerzas Cósmicas ni contra la Esencia eterna.

Por mucho que se invoquen unos derechos seculares o unos atributos populares: si no nos sometemos a los Principios Universales y si no se pone en valor la dignidad del HOMBRE COSMICO en toda su nobleza espiritual, estamos destinados a perecer. La civilización materialista no puede resistir a los imperativos categóricos del momento y si persiste en sus procedimientos e intenciones, perecerá aún más rápidamente.  Eh ahí el Oráculo Cósmico en toda su grandiosa simplicidad.

El HOMBRE COSMICO no piensa en términos de SECTAS, partidos o naciones: pasa por encima de los prejuicios, los dogmas y las convenciones. Le basta su corazón para respetar todas las manifestaciones de la vida en el Universo entero, y su existencia se justifica por su propio perfeccionamiento integral progresivo y su Conciencia INCONDICIONALMENTE al Servicio del bienestar de los demás, como si se tratara del suyo propio.

El HOMBRE COSMICO no hace de DIOS un culto o un motivo de razón o de mística metafísica y es por ello que se conforma en hacerlo evidente en sus propios pensamientos, actos y sentimientos. En cuanto al resto de la Humanidad, la considera como una gran Familia, una Ciudadanía del Universo: de ahí su filosofía co-humanista y cosmocrática.

La civilización se ha de reorganizar a fin de revalorizar la vida humana y dignificarla. Nosotros no reclamamos la aniquilación de esta civilización, a pesar de la quiebra moral y la tragedia espiritual que presenta, sino su revisión, a fin de proceder ipso facto para hacer que la vida del hombre sea agradable, apacible, digna y honorable.

Si yo insisto es porque no queremos ser confundidos con los inadaptables, los nihilistas o con los seres vivientes que, como zombis, parecen no tener alma... y no ser más que cuerpos ambulantes al servicio de los vicios, de los prejuicios o de las pasiones. Aquellos que comprenderán este Mensaje no dejaran de ponerse al lado nuestro, aun cuando les parezcamos demasiado adelantados y no puedan captar completamente la Esencia de esta concepción rehabilitadora.

... Este Mensaje universal desafía todas las debilidades, pues inspira a las almas prestas a despertarse a la luz, anulando todos los riesgos susceptibles de extraviarlas en el laberinto inextricable de las tradiciones y de las místicas fascinantes del momento, o de hacerlas que se engañen ante el espejo de las alondras que son los charlatanes, falsos profetas, mesías de ocasión, pseudo escuelas espiritualistas...

Goethe fue el único que previó el HOMBRE COSMICO: fue de hecho el primero en pensar y en actuar como verdadero CIUDADANO DEL MUNDO. Ni Keyserling, ni Renan, ni Comte, ni Wells, ni el Prof. Joad, ni Tagore, ni Confucio, ni Berdiaeff, ni siquiera ninguno de los grandes filósofos de la antigüedad, como tampoco ninguno de los portavoces intransigentes y agresivos del comunismo moderno, no lo han concebido, comprendido, ni siquiera previsto o simplemente imaginado. Victor Hugo, que comprendía el sufrimiento humano, lo anticipó en su verbo idealista rehabilitador; Pitágoras lo proponía cuando sintetizó sus enseñanzas en los "Versos Dorados". Schuré lo invocaba sin imaginárselo porque no lo comprendía. A los magníficos visionarios que fueron el Dr. Roso de Luna, Apolonius de Tiana, H.P. Blavatsky, Moisés en el Sinaí, y en fin Jesús en el Monte  Tabor y en el Monte de los Olivos, les faltaba aún penetración humanista y de realización espiritual para prever ya al HOMBRE COSMICO.

Este tema del HOMBRE COSMICO no interesa de ningún modo a Platón, Aristóteles, Ramakrishna, S. Agustín, Roger Bacon, Bergson y otros filósofos, místicos, santos y pensadores que hasta Santayana, Croce y Jaime Balmes nos han atormentado con sus elucubraciones. Uno sólo, Hume, tuvo una buena palabra para la humanidad cuando dijo: "El único problema que interesa, es el hombre".  Es preciso sumergirse en la antigüedad para encontrar al hombre dignificado y elevado a la categoría de individuo respetable y consciente; si consultamos los anales de la Atlántida, de la Lemuria, de Mu e incluso de Egipto, Abisinia, o de Caldea, se ve concebido al hombre dotado de divinidad. Más tarde el Budismo debía ampliar esta concepción, con la noción de la potencialidad de conciencia inteligente y libre en el hombre. Todo lo que se dijo luego no fue más que vaga repetición y adulteración, pues cada vez que se ha reconocido en el hombre cualidades o características divinas, fue a golpe de dogmas y de doctrinas.

El cristianismo reconoce al hombre como de origen, de sustancia y de regencia divina, pero ha tenido sin embargo la necesidad de deificar dogmáticamente y por medio de ritos circunstanciales, sus principales héroes, aún Cristo. Después el Hombre-Dios debía decaer e incluso degenerar, y en la  actualidad uno se pregunta  si la descendencia humana no es más bien la del diablo, puesto que este mundo se ha convertido en un infierno de vicios, de brutalidades, de injusticias, de hipocresías, de prejuicios y de pasiones diabólicas.

El HOMBRE COSMICO es muy comprendido por la juventud moderna, pues ella piensa, "platoniza". Por otra parte, no ha tenido tiempo todavía de mancillar su alma y de corromper su corazón en la salvaje dureza de las experiencias de la vida civilizada, y puede aún inspirarse en los cielos "socráticos".  Pero debe ante todo mantenerse aparte de las influencias prestigiosas del momento, para no naufragar en los huracanes del sectarismo fanático, o ceder ante los dogmas más absolutos. Su conciencia fresca no ha de soportar las iniciaciones debilitantes de las dictaduras místicas que encadenan el alma, castran la conciencia, constriñen el corazón y fuerzan finalmente al individuo a renunciar a su propia dignidad en nombre de doctrinas ultraterrestres, estructuradas en la desesperación o inspiradas por pasiones violentas o crueles, sin justificación moral, sin dignidad espiritual.

El porvenir está aún por elaborar, pero si debemos depender del presente, mejor renunciar a ello. ¡El porvenir pertenece al hombre, siempre que se emancipe del presente, pues de otra forma recaeríamos en el pasado, muy probablemente en la jungla o en la nada de los engendros de guerra atómica!  ¡El porvenir no puede revestir más que las cualidades del HOMBRE COSMICO. Sin estas condiciones, el destino humano está sellado, pues continuará desmoronándose en el infierno infame de las pasiones desencadenadas, en una existencia complicada y cada vez más miserable, viciada, hostil, hipócrita, psicopática y bárbara!

El Tibetano