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 conciencia-martiana

 

Conferencia dictada en Cuba en el año 1942

INTRODUCCIÓN

"Escoge una obra buena y honrosa y empéñate en llevarla a cabo¨. Tales de Mileto

Esta publicación responde a múltiples y reiteradas solicitudes de organizaciones culturales y personas interesadas en estudiar detenidamente mi conferencia pronunciada en la estación C.M.A.B., de Pinar del Rio, el 11 de abril de 1942, que han ponderado con vibrante entusiasmo, y que todavía califican de ¨nuevo tipo de oratoria científica¨, de ¨estudio excepcional y magnífico en torno a la personalidad del Apóstol Martí¨, de ¨aportación indispensable sobre el sentido y la significación del Evangelio Martiano, que descubre novísimos horizontes Espirituales y rubrica de modo particular rasgos personales y factores vitales apenas vislumbrados del acervo de Martí, que se revela ahora como sustancia del alma cubana y del Nuevo Mundo¨, y ¨una autentica contribución para el fomento cultural¨.

            Mi propósito particular al dar este trabajo a la publicidad, pese a su modestia por mi falta de mayores fuentes de observación y medios de análisis y debido a la premura con que lo preparara es, sobre todo, contribuir a la comprensión y al mejor desarrollo de las virtudes (Valores-Fuerzas) de la genuina Democracia - la Democracia que se justifica por sí sola y que merece eternizarse y ser exaltada y defendida.

            Creo sinceramente que, situándonos en esta norma conceptual y forma psicomotriz, se logra mejor desfacer entuertos tradicionales y clasificar contingencias imperiosas de carácter óptimo, que concurren en la genitiva pragmatización de la verdadera Democracia ideal, que ha venido haciéndose impostergable en todos los ámbitos del mundo donde los corazones honrados laten con avidez de dignidad y donde el alma se ufana de nobles aspiraciones.

            Esta prótesis tiende a actualizar Valores Espirituales que se averan fundamentales, aparte de indiscutibles, en momentos tan críticos como los actuales en que la nacionalidad cubana, lo mismo que la entera especie humana, pugnan por realizaciones sincréticas que actualicen genuinas conquistas de Cultura y fruiciones eternales de euforia Espiritual. Aspiré sin mucho énfasis a concretar un epigelio de efectiva consignación ética, asequible para almas tantalisadas por sus propios desaciertos y desvencijadas por las desilusiones promovidas por el estrepitoso descoyuntamiento de los “ismos” modernos, y ansiosas de positiva efectuación ideal de génesis práctica, que satisfaga en íntimo análisis las necesidades del corazón humano conturbado por el maremágnum de pasiones morbosas y taras psíquicas, que desde todos los ángulos de la vida civilizada actual lo hieren, aherrojan y ahogan, y a lo mejor hace viable conscripciones trascendentales, hoy por hoy vitalmente imperiosas.

            El ingente caos mundial de nuestros trágicos días, que no puede dejar de herir nuestra psiquis y sacudir drásticamente la Conciencia Humana, exige de cada persona inteligente y amante de las gestas enaltecedoras de índole cognoscitiva sublimada y subrayadora de la autonomía individual consciente, viril, altiva y constructiva, una compenetración que infunde autoconfianza y autorespeto, dignidad, a la vez que revela los poderes íntimos del hombre, si se ha de vivir en consonancia con las genuinas necesidades naturales de nuestras íntimas dimensiones y de nuestro propio dinamismo Espiritual, que es lo único verdaderamente real y perdurable.

            Sería irrisorio aspirar a resolver los problemas humanos de índole colectivo sin atender a los individuales, y esta función gira en torno de una economía fundamental de la naturaleza humana, ingénitamente moral o dignificante. Todo cuanto se diga o haga contra los extremismos idealistas y bárbaros con marbete totalitarista, pues es grotesca y fútil. Los determinismos históricos han sido siempre ridículos y trágicos, sin alcanzar rasgos de trascendencia, como bien lo demostraron últimamente el Positivismo de Compte y el materialismo económico de Marx y Lenin. Todas esas dinámicas de pacotilla y morbosas, con oropeles de “nuevo orden mundial”, tanto el comunismo erantz “a lo Hitler”, como la insolencia de losubicuosfantoches musolinescos y la traición de los enanos oblicuos con entrañas de dragón negro, han de ser obviados o vencidos tan sólo por una democracia con atributos verídicos, y no simplemente simbólicos o soñados o de ilusas promesas diplomáticas[1]; y esto no depende tanto en la generosidad de los idealismos que bien pudieron ser simples oropeles de ilusos, como en los empeños sagaces y eternamente rectificadores, que ventilan incesantemente con sentido de pro común la realización práctica de las mejores aspiraciones humanas, orientándose siempre hacía conquistas culturales de trascendencia Espiritual. Los hombres y las instituciones pasan, a trueque los Valores y los Principios perduran, son Universales y Eternos.

            Infúndase verdadero respeto y confianza hacía los Valores Espirituales, y confírmese denodadamente, a cada paso diario y en cada transacción de las cosas públicas, la validez de los ideales ponderados y pregonados, con actitudes y realizaciones efectivas y prácticas, señalando con el gesto ejemplar y burilando con la propia dignidad individual, en todas las esferas sociales, y la Democracia será indiscutible, vigorosa; prosperará por sí sola, y en ulteriores peligros merecerá ser defendida, a sangre y fuego si es preciso. Lo indiscutible infunde una fuerza mística tremenda, de incalculables posibilidades.

            En medio del general caos moderno, una sola cosa merece ser tenida en cuenta, y es que tan sólo los Valores imponderables del Espíritu son susceptibles de perdurar y de resolver de veras nuestros problemas todos y poner fin a nuestras cuitas, miserias y desazones. Todo lo demás es pura ilusión y fugaz conquista que, cual ogro de Frakenstein, lleva en sus entrañas su propia destrucción, y esto explica los asombrosos progresos de la civilización moderna, que no obstante no puede copar los peligros morales, el caos ideológico y la fallas Espirituales que caracterizan tan trágicamente a nuestra desventurada época.

Y los valores del espíritu prosperan sólo en las almas honradas y sinceras y hallan su realización sólo por medio de los esfuerzos de dignificación de la vida y de superación del ser: no hallan abono propicio en los fangales de pasiones, los vendavales de la emotividad ocasional, superficial o morbosa, ni soportan los sopores de los idealismos opiáticos que, cual oportunas orquídeas resplandecientes, subyugan a las mentalidades hiperestesiadas. ¡Cuanta infamia y cuanta burla de sagrados derechos solemos encontrar en la vida de los pueblos, bajo la regia investidura de los derechos constitucionales! ....

            Decididamente, la Democracia debe caracterizarse por algo mejor que la imprevisión, la autocomplacencia, la displicente incurria, el sentimentalismo y la fe supersticiosa en la providencia. Además, tengámoslo por seguro, si la humanidad no pudo evitar el actual derrumbe trágico de la civilización, tampoco resolverá los problemas presentes con el mirífico ensalmo de la sola buena fe – pomposamente decantada - ni estará en condiciones para enfrentarse a las cuitas y miserias emergentes de la caótica postguerra. Estamos por una buena vez advertidos. Esta guerra universal marca el clímax de la descomposición humana, el fracaso de sus sistemas y la falla de sus principios ponderados es una consecuencia natural, un producto inevitable. Ojalá logre la humanidad trascender sus problemas del pasado, a través de esta grave crisis presente, agotando sus culpas y regenerándose en el fragor de la oleada de destrucción: “La guerra es un mal necesario e inevitable que depura y robustece a la humanidad“ (Schopenhauer); ”La guerra es el drenaje de la humanidad” (Nietzsche); si la especie sale de esta hornaza rehabilitada y sublimada, no importa cual sea el precio de sacrificios, sudor y sangre que nos impongan, pues solamente así nos haremos merecedores de un mejor sistema de vida y nos capacitaremos para orientarnos hacia derroteros de genuina edificación moral, de felicidad y de enaltecimiento Espiritual.

            Procuremos, en esta horrible hora, de la peor de todas las crisis humanas, estar alertas y sustanciar nuestra vida con las mejores enseñanzas posibles, a fin de impedir los impases peores, que de otro modo se avecinan aterradoramente. El entero mundo esta en llamas; pero falta en los corazones el fervor místico que se alimenta en el Fuego Universal, el Espíritu de Nobleza y Divinidad que es el Aliento y Verbo Eterno. El presente Mensaje Martiano tiene sus por demás saludables señalamientos.

            Nuestra joven patria, sujeta a las contingencias propias de una nacionalidad circunscrita y azarosa, debido a las condiciones geográficas del terruño y otras de carácter circunstancial que se enmarcan en las eventualidades del crítico momento histórico que vive la entera humanidad, como lo racial, lo cultural y lo económico, malhadamente, no ha alcanzado a desarrollar ningún carácter propio y se ha visto constreñida a desempeñar siempre un papel secundario, girando en la esfera de recios intereses ajenos que restringen su autonomía y su misma pugnacidad, su personalidad y su vitalidad. Pero los accidentes de nuestra bizarra República no serían tanto de lamentar ni exasperarían, si hubiésemos desarrollado desde los albores de nuestra independencia una CONCIENCIA MARTIANA, cobrando el espíritu cívico-cósmico, el temple de carácter, el sentido humanista superlativo, y en fin, siguiendo la norma cultural que nos forjara con sacrificios, sudor y sangre el insigne apóstol José Martí.

            La ofrenda Martiana es nuestro único y eterno patrimonio; pero no tenemos aun conciencia de ello.

            El destino de Cuba está irremediablemente ligado a la CONCIENCIA DE MARTI, que es su arquetipo. Mientras se soslaya este principio fundamental de nuestra nacionalidad, tanto en lo social como en lo individual, y hasta que regresemos a este punto de partida, que es nuestra única razón de ser como pueblo independiente y como República autónoma y soberana, no conseguiremos desenvolvernos del todo verdaderamente y nos veremos siempre forzados a una vigencia de indispensables rectificaciones. Nuestra felicidad y grandeza genuina como nación radica tan sólo en la CONCIENCIA[2] MARTIANA, que nos incumbe todavía cultivar, desarrollar y exaltar rigurosamente y con fervor de mística social, a través de la escuela lo mismo que en el espíritu cívico, y así en la formación moral de los profesionales como en el carácter idóneo y honrado de quienes manejan la cosa pública, ya que la nacionalidad se afianza en el carácter y las normas de la sociedad, y ésta se plasma con las cualidades de sus elementos componentes o individuos. Creo positivamente que mientras la vida ciudadana de Cuba no se calque en las enseñanzas sencillas y rotundas del máximo apóstol de nuestras libertades, rindiéndose un culto constante al epónimo regente de nuestros destinos Espirituales, no lograremos nunca caracterizarnos con las virtudes específicas que propugnara Martí, ni seremos nunca otra cosa que lo que hemos sido hasta ahora. Los pueblos son grandes según el espíritu que les anima, porque tanto su estatura moral como sus desarrollos culturales y económicos, cimientos únicos de la sociedad humana, son determinados por el factor místico e ideal que les alienta, que es en realidad el fermento básico y denominador común de todas sus posibilidades. Esto, obviamente, nos sitúa bien lejos de la patriotería convencional y la sensiblería sentimental, que el propio Martí ridiculizara tanto, porque sabía lo que vale un ideal vivido, y lo sagrado que deben ser las cosas del Espíritu.

            El presente MENSAJE Martiano pudo ser, o bien pudiera ser, un moderno y oportuno Sermón de Benarés o una Oración del Monte de los Olivos, pero en materia de genitivas vivencias sólo cabe apelar a la íntima comprensión, a la sensibilidad de Conciencia y a las orientaciones directrices del Espíritu. Esto es precisamente lo que aspiro a conseguir, y por ello me remito a la benevolencia de mis estudiosos lectores.

El título dado a esta publicación corresponde exactamente a nuestra finalidad, pues queremos invocar y formarde veras una CONCIENCIA MARTIANA para la Nueva Era. Y no se refiere aquí a Marte el dios de la guerra, sino a Martí el apóstol eximio de la Paz. Y sobre todo, tratamos de anticipar la “conciencia” que corresponde a Cuba en los graves momentos actuales, que es de guerra, desde luego, puesto que nos hallamos en guerra contra los países totalitarios, pero por encima de todo, respecto a las necesidades íntimas e inmediatas de esta tierra. Cuba, por su posición geográfica y sus condiciones económicas en el presente, es apenas un factor moral en el concierto de las naciones aliadas bajo la bandera de la Democracia, y tiene necesidades urgentes que atender. Se avecinan días terribles para nosotros, de privaciones y de desconsuelo, pues la guerra no conoce el respeto; pero nos envolveremos en miserias terribles si no despertamos a tiempo, pues la conflagración universal tiene un sentido vital profundo: confirma el destino Espiritual del hombre.

El presente estudio tiende a subrayar la necesidad de Cuba frente a la realidad histórica del momento, y del Nuevo Mundo frente al inmediato provenir. Se está operando un reajuste general de Valores, un nivelamiento de fuerzas y posibilidades. De en medio del fragor infernal de la civilización que se derrumba estrepitosamente, despunta en prometedora alborada una Nueva Era. Ojalá sepamos aprovechar las lecciones morales y místicas del pasado, pues el porvenir se nos avera misterioso y repleto de trasfiguraciones Espirituales que se adivinan, pero inarticuladas y difíciles de prever. De la cordura del presente ha de depender el triunfo de nuestros más caros ideales y el acendramiento de nuestros pruritos.

Hubiésemos querido hacer un breviario para uso diario de almas ansiosas de iluminación y superación, para garantizar su mejor triunfo sobre las contingencias del devenir, pero solo conseguimos, acaso, sentar prolegómenos de señalada y ansiada rehabilitación moral. En todo caso, ofrecemos excusas por los defectos que resaltar en el curso de esta exposición, que patentizan nuestra limitada capacidad, por una parte, y por otra pone de relieve nuestra buena fe.

Las almas raquíticas, huérfanas de sentimientos y minúsculas en sus alcances, no sufren la grandeza ajena, y están siempre dispuestas a condenar y combatir, denigrar y maldecirla. Las almas ruines odian y maltratan, difaman, si pueden, martirizan a quienes se dedican a orientarlas y regenerarlas. No es de dudar, pues, que nuestra obra sea tergiversada, y que personalmente seamos despreciados. Nadie comprende sino lo que está a su alcance, y cada árbol produce sólo los frutos para los cuales está preparado.

No creemos tener derecho a la originalidad en esta labor que presentamos. Lo importante no es tanto lo qué se dice, sino cómo y cuándo se dice. Therightthing and therightmoment and at theright place.

Quien escribe esto, bien es sabido, ha hecho de Cuba su patria adoptiva desde hace casi dos décadas, precisamente por haber asimilado el Evangelio de Martí, y vive ahora retirado de la vida pública después de toda una vida consagrada al estudio y a la enseñanza, y tras de haber hecho del entero mundo un común escenario de excelsas exposiciones Espirituales, y del alma humana un motivo fundamental de actuación; mas ante las críticas circunstancias, se ha resignado, por ahora, a dejar que hablen su efectivo lenguaje los cañones y que la metralla hiera y aniquile el patrimonio humano que ha obstaculizado, malhadamente, el entronizamiento de la cordura, el triunfo de la dignidad y el florecimiento de los auténticos Valores Espirituales. Y si hoy salgo de mi silencio, es sólo porque no puedo dejar de cultivar el vergel de las virtudes que amenizan mi retiro. No puedo, como filósofo, competir con la técnica militar de quienes prefieren la contienda destructora a las finas justas de la inteligencia y del Espíritu, y si como hombre tampoco mes es dable cargar el arma del ciudadano soldado que defiende los derechos imponderable de la Vida; sólo me queda seguir mi vocación íntima de mentor. Así, a lo menos contribuyo con mi correspondiente aporte de ciudadano consiente, y podré reclamar más tarde, en la hora de las rehabilitaciones individuales, el derecho que encarna el ideal democrático. Además, Servir engrande y ennoblece.

            Cuando acabe la guerra, volveré a actuar, como antes, en la seguridad de que la humanidad adolorida, malferida y desencantada, se hallará en condiciones más propicias para comprender mi Mensaje Espiritual. Estará más necesitada de orientación. Mientras tanto, se impone la lección de sustanciación de la vida y de dignificación humana como lo pregonara tan alta y bellamente el apóstol José Martí.

Pr. OM Cherenzi-Lind

Consolación de Sur 22/4/1942

Publicación completa disponible. Consulte el link: Publicaciones

 


[1]Editorial Sergio Carbó, Prensa Libre, 1942.

[2]En el sentido de Conscience y Consciousness, en inglés, y en el de Geneisen y Benvustien, en Alemán. Conocimiento y sentimiento