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TRAGEDIAS DE LA VIDA

En el mes de septiembre del año en curso dio a conocer el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el informe “La Cooperación Internacional ante una Encrucijada”, replanteando acciones a llevar a cabo con miras a cumplir con los objetivos del milenio, recogidos en la Declaración del Milenio de 2000, que incluye 8 objetivos precisos, pero lejanos a la luz de las acciones actuales: erradicar la pobreza, educación primaria universal, promover la equidad de genero y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH (sida) y otras enfermedades evitables, garantizar la sostenibilidad ambiental, y crear una alianza mundial para el desarrollo humano. Objetivo global lograr que todos los seres humanos vivamos con un mínimo de dignidad a partir del año 2015.

En contraste, la cifras actuales señalan que cada hora mueren, la mayoría por pobreza, 1200 niños en el mundo, lo que equivale a un niño cada tres segundos. El presupuesto que se destina a combatir el sida equivale a tres días de gasto militar anual. 2.500 millones de personas viven con dos dólares o menos al día. La ayuda per cápita ha decrecido, mientras que en los países ricos ha aumentado el ingreso.

Según el informe del PNUD no lograr los Objetivos del Milenio en 2015 produciría 4.4 millones de muertes infantiles adicionales, 380 millones de personas más de las previstas vivirían con un dólar al día y 47 millones de menores no tendrían acceso aún a la escolarización. La inseguridad planetaria aumentará y afectará a países que hoy en día se consideran poco vulnerables.  Actualmente, de los 32 países calificados con bajo desarrollo humano, 22 han padecido conflicto armado.

Culminó recientemente la Asamblea General de la ONU con los sinsabores y las frustraciones de siempre, para desgracia de la humanidad. Su historial es precisamente el que nos hace aseverar que se trata más bien de una "Organización de Naciones Desunidas" y enfrentadas, que de cualquier otra cosa. Consúltense los múltiples comunicados emanados por el Pr. OM Schernrezig Lind en torno a la ONU, si se quiere tener una visión amplia y clara sobre sus falencias y desatinos, al mismo tiempo que sobre los correctivos y propuestas que justificarian la existencia de la ONU y le llevarían al sitial que le debe corresponder.

Los anteriores datos están estrechamente relacionados con el artículo “Tragedias de la Vida” que reproducimos a continuación. Si bien está referido al desastre provocado por el Tsunami y a Pakistán, bien podría asimilarse a muchos otros desastres acaecidos en el decurso de la historia. Hoy en día están aún frescas en la memoria las imágenes provocadas por el Huracán Katrina en varios Estados del Sur de los Estados Unidos. Nuevos desastres vendrán que motivarán la solidaridad,  pero la realidad cuotidiana de varias regiones del mundo son tan catastróficas como las peores acaecidas por el Tsunami o el Katrina, solo que en estos casos la humanidad ya se acostumbró a ignorarla o a soslayarla.

Luis Eduardo Sierra
Director ARIEL

 

TRAGEDIAS  DE LA VIDA
Kamila Hyat

La escritora ha sido Editora de periódico y Directora adjunta de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán

Poco más de un mes después del desastre del tsunami en el sudeste asiático, continúan vertiéndose simpatía y ayuda para las víctimas. Al unísono con gobiernos de todo el mundo, el gobierno pakistaní también ha expresado su dolor. Paquetes de alimentos y ropas se enviaron, vía aérea, a las áreas más afectadas, marchas en Islamabad, Lahore y Karachi se han organizadas para recoger fondos y actos similares fueron propiciados por escolares, estudiantes y grupos de bienestar social, en todo el país.

Las manifestaciones de conmoción y simpatía son naturales, dada la magnitud del desastre. Los esfuerzos de la gente, ofreciendo toda la ayuda que pueden, también es de alabar, y a nivel emocional, perfectamente comprensible a medida que las imágenes de casas devastadas y niños huérfanos se sucedían en las pantallas de TV.

Pero la tragedia y la respuesta a ella también suscita algunas preguntas. Cuando puede haber tanta preocupación oficial y no oficial para las víctimas, es algo irónico que las tragedias diarias de la vida, que afectan a millones en toda la nación, quedan desatendidas y más aun inadvertidas. A pesar de que, oficialmente, se manejen cifras enseñando una tasa de crecimiento mayor, hay asuntos tales como la distribución de los recursos y la política dirigida a aliviar el grado de sufrimiento de los más desfavorecidos que quedan ignorados.

Y con todo, no hay razón alguna para hacernos creer que las miserias que sufren sean marcadamente menores que las sufridas por las víctimas del tsunami. Al fin y al cabo, para los que constituyen este 33 por ciento de la gente que ahora, oficialmente, viven por debajo del umbral de la pobreza, el hambre, la enfermedad y la muerte son, de hecho, en gran medida parte de la rutina de la vida. Unas estimaciones no oficiales sostienen que un número aun mayor de personas sufren carencias graves. La mortalidad infantil alcanza el 81 por 1000 nacidos vivos, la mortalidad materna se estima de 530 por 100.000 nacidos vivos y el índice de desnutrición de los niños - (corre la voz de que ahora más del 50% de los niños del país son mental o físicamente discapacitados) - colocan al pueblo del Pakistán entre los peores del mundo. El Informe sobre el Desarrollo Humano del 2004 de las UNDP (Naciones Unidas) sitúa al Pakistán entre los diez países del mundo con los niveles de desarrollo los más bajos.  De estas naciones, ocho están en África. Todas las demás en el Sur y Sudeste Asiático han remontado por encima de Pakistán, en cuanto a su capacidad de proporcionar educación, salud, y bienestar a su población.

Lo especialmente significativo es el grado de indiferencia oficial ante las penalidades de la gente corriente. Hace dos años, en Karachi, las casas y con ellas todos los sueños de la gente que las habían levantado ellas mismas después de años de duro trabajo, fueron arrasadas por apisonadoras para construir la mal concebida Autopista de Lyari. Los funcionarios ignoraron por completo un muchachito que se metió, corriendo, en su casa para recoger sus libros escolares que temía quedaran enterrados en los escombros.  El niño fue matado mientras las apisonadoras proseguían su imparable avance con propósito destructor.  Hace pocas semanas otra fotografía de un periódico mostraba a una niñita, de pie, descalza, en el invierno helado de Lahore, mientras un convoy de limosinas la adelantaba a todo gas.  Historias sobrecogedoras de padres que  matan a sus hijos para evitarles la lenta agonía de morir de hambre, son cada día más frecuentes en los últimos años, y varios estudios sugieren que a lo largo y lo ancho de todo el país el nivel de vida de la gente más pobre ha ido decreciendo constantemente desde su creación en 1947.

Historias del sufrimiento humano pueden encontrarse por doquier. La evidencia se encuentra en cada ciudad. También está presente en muchos lugares de trabajo, mientras llegan a montones solicitudes de hombres y mujeres jóvenes desesperados por encontrar un trabajo, con graduados universitarios buscando trabajo como peones. Mientras muchos planes de alivio de la pobreza, que se ofrecen oficialmente como solución a las dificultades con las que se enfrenta la gente, están enfocados esencialmente para las comunidades rurales, la evidencia sugiere que los pobres en las ciudades se encuentran hoy entre los que se hallan más gravemente afectados. Un número creciente caen a diario en deudas aplastantes. Las familias de los desempleados se quedan sin alimentos. Empleados de oficinas, secretarios, conductores, trabajadores domésticos, mano de obra y otros, que ganan unos pocos miles de rupias al mes, se hallan con unas facturas de gastos generales que casi igualan sus salarios. Las familias sacan a sus hijos del colegio constantemente para irse a trabajar o para ayudar con las tareas domésticas. Otras tragedias evitables se dan continuamente  en las carreteras o las fábricas, por cuanto la gente se mata o quedan incapacitados debido a la falta de vigilancia del estado para hacer cumplir siquiera las leyes más básicas.

Implantar planes que puedan ayudar a reducir dicho sufrimiento es desde muchos aspectos una tarea más difícil que ofrecer alivio a las víctimas de una catástrofe natural.  En primer lugar, el número de personas afectadas es muchísimo mayor.  En segundo lugar, su sufrimiento  dura desde años y la costumbre oficial de ignorarlos está ahora hondamente arraigada.

Más que cualesquiera medidas inmediatas, es sólo mediante un compromiso a largo plazo y un cuidadoso ensamblaje de estrategias bien planeadas que se puede aportar cambio. Estas deben incorporar no solamente una “remodelación” presupuestaria y una distribución más equitativa de la riqueza, sino también medidas más innovadoras. Incluyen ampliar las oportunidades laborales para las mujeres, de manera que se pueda rescatar a los niños del mercado laboral; medidas de control de la población; formación profesional orientada a responder a las necesidades existentes y la creación de una red de seguridad social para rescatar a los más vulnerables y empobrecidos miembros de la sociedad.

Desde luego, trazar dichos planes exige habilidad y ante todo un verdadero interés por el bienestar de la población. Ambos se dan escasamente entre los gobernantes y su ejército de ayudantes. También se debe reconocer que las tragedias humanas llegan no sólo cuando aparecen olas terroríficas como las provocadas por el tsunami que se precipitaron sobre personas indefensas, sino en circunstancias más terrenales también. En Pakistán, y de hecho en otros países de la región, tragedias tales se dan a diario y continuamente año tras año, cebándose en un número siempre creciente de víctimas.

Enfrentarse con dichas tragedias puede no ser tan vistoso como el trabajo de proporcionar ayuda a pueblos devastados del Sudeste Asiático. También es posible que muchos meses y años sean necesarios para lograr cualquier resultado significativo. Pero, a menos que el esfuerzo se inicie ahora, el número de tragedias seguirá creciendo – y, a su vez provocará crecientes problemas que sólo pueden exacerbar la sensación de escisión que recorre la sociedad y crea en su interior profundas brechas que se van ensanchado y  resultan más difíciles cruzar  década tras década.

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http://www.jang.com.pk/thenews/feb2005-daily/06-02-2005/oped/o3.htm