TRANSFORMACION HUMANA

Tomado de la Revista Alborada de la Nueva era
Santiago de Chile de 1963

Por: Luis María Sabogal

Nos enfrentamos hoy día con los imperativos de la vida que hacen que sean indispensables los cambios de la naturaleza humana. No sólo es susceptible el carácter del hombre de ser modificado y transformado, sino que lo es todo su ser físico y biológico. Hasta ahora el hombre ha sido enseñado a depender de la intervención Divina, de imposiciones seculares y temporales, o a creer en convencionalismos, dogmas y tabús; y esta práctica aún  prevalece  más de lo que quisiéramos confesar. En verdad el bienestar humano ha sido disfrazado, atado y postergado una y otra vez por doctrinas diferentes de significación supuesta.

Hoy sabemos positivamente que los ideales humanos no tienen valor o son adornos sentimentales, a menos que acondicionemos la naturaleza humana para hacerlos factibles. No son los ideales humanos los que son malos  o no sean sagrados, sino que es el hombre el que no vive a la altura de ellos. Esto lo sabemos ahora mejor de lo que lo sabíamos antes, porque sabemos que el hombre puede hipnotizarse a sí mismo, creyendo cualquier ideal o idea, a veces fantásticamente, sin vivir a su altura.

Si la especie humana hubiera podido ser inducida a desempeñar alguna de las tantas antiguas filosofías o ideales religiosos, por ejemplo Zoroastrismo o Vedantismo, no hubiera habido nunca necesidad de los miles de sistemas religiosos que florecieron después, ni de los sinnúmeros de escuelas de conocimientos que han brotado a cada vuelta de la historia. Pero lo que es más evidente es el hecho de que todos esos sistemas y escuelas se copian, pero nunca se complementan unas a otras, y a nadie parece importarle en absoluto el bienestar terreno e inmediato del ser humano, y nunca han tratado de hacer a la naturaleza humana mejor adaptable a mejores ideales, o hacer a estos más asequibles a la mente humana, o más satisfactorios a las aspiraciones y necesidades humanas. La prueba de esto es que nuevos sistemas aparecen casi todos los días, y la gente luego pierde la fe en ellos y empiezan a vagar de una Iglesia Metafísica a otra, a mendigar de un ídolo a otro.

En tiempos recientes el Iluminismo ha clamado por la necesidad de cambiar la naturaleza humana. Pero nunca produjo la ciencia tal maravilla. Más cerca de nuestros días el comunismo ha abogado por la necesidad de una filosofía transformadora, pero ha fracasado en producirla.

El Renacimiento marcó la tendencia del pensamiento hacia el hombre más bien que hacia un Dios supernatural. El hombre ha tenido que descubrirse algunas veces, pero esto ha sucedido solamente cuando ha podido desprenderse de las influencias helénicas y misticismos contemplativos asiáticos que surgen de los tiempos Védicos. El día en que el hombre empezó a practicar la introspección, ese día empezó el descubrimiento de su propio ser, así como las grandes verdades del Universo, porque es tanto un “punto central” y un espejo de toda la Naturaleza, como un reflejo de la vida Universal. Sin embargo esta conquista del hombre por sí mismo es un logro de la investigación científica y no de proyectos teológicos. En el occidente este acontecimiento prodigioso aconteció alrededor del siglo XII y su causa fácilmente puede trazarse que fue la influencia de la filosofía racional del Budismo oriental, después de dejar vestigios en los científicos y humanistas de la primitiva Grecia mientras que en Oriente se evidencia con la viril reforma social del Buda Gautama,  ocho siglos antes del Cristianismo.

En nuestros días somos tal vez los únicos que propagamos una Ciencia de REGENERACIÓN HUMANA. Esto debe sonar algo chocante y comprometedor a los de mente sofisticada y a los vagabundos deterministas de nuestros tiempos, a pesar de que nuestra Ciencia está dirigida contra sus fútiles fes y fantasías sentimentales. Sin embargo nuestro trabajo atestigua lo razonable de nuestro aserto, y un  examen desapasionado de nuestros textos de estudios y las diferentes disciplinas de nuestras Universidades, Seminarios y Santuarios demostrarán que no nos entretenemos en pensamientos vagos. Además existe la indudable evidencia de los resultados. Nosotros actualmente producimos el milagro que cantaban prehistóricos Valmikes y soñaron los antiguos alquimistas. Transformamos la naturaleza humana y la regeneramos.

Nuestra filosofía sería, en verdad, sin sentido, si no la justificáramos con resultados palpables.

El hombre acaricia ideales de Paz, Justicia, Salud, Felicidad y Bienestar: todo lo que le falta aquí; y gustosamente comercia todo lo que tiene y aún él mismo por una esperanza de obtenerlo después. Pero apenas sabe cómo proceder y comportarse para alcanzar o adquirir lo que tanto ansía y se esfuerza. Todo parece conspirar contra él. El Gobierno lo explota, aún parece que le arranca la misma vida de su cuerpo, sin embargo apenas le da nada en cambio. La gente, como un todo, es su enemigo y las teorías religiosas son sólo promesas  ¿Cuándo, en verdad, ha gozado el hombre de Paz, Justicia, Salud y Felicidad, excepto cuando las ha buscado dentro de sí mismo, sin depender de nadie más? Es claro que alguien puede argumentar que los Grandes salvadores han donado a la Humanidad la gloria de sus sacrificios. Pero ¿Puede alguien merecer vivir sobre algo que no es por derecho de conquista suyo o por sus méritos individuales y esfuerzos? ¿Puede alguien ostentar los frutos que no ha producido?

La vida tiene que cambiar. La vida es una renovación constante. Lo que no está sujeto a transformación no es real. La Naturaleza está siempre cambiando, y la evolución es la llave de todos los logros. Sin embargo el hombre no cambiará, a menos que quiera cambiar, y este cambio tiene que ser determinado y ejecutado por él mismo, de otra manera sus  esfuerzos y experiencias no serían de mucha ayuda.

La bondad, como la entendemos, significa sinceridad de propósitos, limpieza de corazón, elevación de alma y seriedad espiritual. El CONOCIMIENTO sin BONDAD es puramente acondicionamiento demoníaco, y aunque podríamos resolver muchos problemas en teoría, quedaríamos todavía enfrentados a los problemas morales, mentales y espirituales que le siguen. Ciertamente no sería justo o lógico si sólo una parte del conocimiento pudiera resolver nuestros problemas, sin la necesidad de un ápice de Bondad. De hecho, la Naturaleza que es más sabia que el más grande de los hombres, se ha cuidado de esto; podemos darnos cuenta de esto: que la BONDAD es para nosotros lo que la brújula es para la navegación. Nuestra nave de la vida puede estar poderosamente impelida por una maravillosa cantidad de conocimientos y gobernada por una bien preparada mente, equipada por una voluntad inquebrantable; sin embargo sería fútil si no estuviera debidamente inspirada y guiada en el océano de la eternidad

Todo esto puede ser aprendido sin la ayuda de sistemas filosóficos ni religiosos, aún sin profesores. Pero, como nuestro proverbio reza: “Es un tremendo sonso el que no aprovecha de la experiencia de otros” aunque sea para no cometer los mismos errores de otros. Sí, no podemos esperar que otros tengan experiencias por nosotros o que otros produzcan nuestras propias necesidades por nosotros. Pero siempre podemos beneficiarnos por las experiencias  de los demás, evitando sus errores o aprovechándonos de su sabiduría  adquirida. Actuar por otros, apenas si es provechoso, si es que comprendemos la acción de las leyes naturales o el mecanismo Universal. Cada árbol tiene que producir sus propios frutos. Cada individuo es quien confecciona y produce sus propias realidades y desarrollo futuro.

Si no nos importa cambiar, debemos conformarnos con las limitaciones, miserias y fracasos. Sólo las almas bien nacidas tratan de crear un mundo para sí mismos, confeccionando sus propias personalidades y planeando su propio destino. Los individuos que quieren ignorar estas necesidades imperativas de la vida tan grandiosamente exhibidas por la Naturaleza en todo el Universo, pueden estagnarse, descomponerse y anularse ellos mismos contentamente en la ciénaga de sus propios mezquinos caprichos e ilusiones, esperanzas erráticas, debilidades morales, pereza mental y torpemente aferrándose a ideas primitivas.