Imprimir
Visto: 6209

Viaje al 'infierno' de la pedofilia en Camboya

 Tomado de: Periódico El TIEMPO, Julio 13 de 2008 (Angel Villarino, PHNOM PENH, CAMBOYA)

 

La más siniestra de las variantes del turismo sexual arrastra cada año hordas de pederastas hasta este país empobrecido por las guerras y la corrupción.

En las traficadas calles de la capital, en las remotas aldeas de la selva o en las paradisíacas playas del sur, miles de menores venden sus cuerpos, incluso, por diez dólares, algo menos de lo que cuesta comerse una pizza en los restaurantes para turistas.

Un hombre de 60 años compra un niño y se lo lleva a casa para abusar sexualmente de él siempre que le apetezca.

No es el argumento de una película de terror, sino una transacción comercial que en Camboya puede hacerse por menos de 400 euros (poco más de un millón de pesos). También es uno de los muchos riesgos que corren los cerca de un millón de menores que sobreviven en las calles de este país ganándose la vida como pueden.

Es un delito tan extendido que, para consumarlo, algunas veces basta con preguntarle al taxista.

En ocasiones la explotación sexual es espontánea e improvisada porque muchos niños hacen cualquier cosa con tal de conseguir dólares. Otras veces hay grupos criminales envueltos, o pueden ser las propias familias las que venden a sus hijos para sobrevivir. Y también hay casos en los que los niños se organizan y se prostituyen creando redes.

"Normalmente hay uno mayor, un adolescente con más experiencia que organiza al resto y busca el lugar para hacerlo", explica a EL TIEMPO Seiha Mak, coordinador de la organización camboyana Our Home.

En total, según un estudio de la sociedad estadounidense World Vision, en torno a un 15 por ciento de los camboyanos sufre molestias sexuales antes de cumplir los 10 años.

El pederasta puede ser un turista en busca de una relación rápida y furtiva, o alguien dispuesto a trasladarse a vivir a Camboya para saciar su adicción sin barreras.

"Profesores de inglés, personal humanitario, grupos cristianos, jubilados, hay de todo", explica a EL TIEMPO Samleang Seila, director en Camboya de Aple, asociación francesa que contrata detectives privados para recopilar pruebas con las que meter en la cárcel a los pederastas, un método con el que han detenido a 61, algunos de los cuales han conseguido ser liberados corrompiendo a jueces y policías.

A veces también corrompen a las familias con dinero. Les construyen una casa, pagan una mensualidad o incluso se van a vivir con ellos y les ofrecen apoyo económico. Ha habido casos de occidentales que se han casado con una madre soltera para abusar de su hijo", segnala Mak.

Tras sufrir varias guerras civiles, invasiones extranjeras, un bombardeo de Estados Unidos y el régimen comunista más sangriento de la historia (los Jémeres Rojos, de Pol Pot), Camboya se convirtió a finales de los años 90 en uno de los lugares predilectos del comercio sexual mundial, un 'paraíso' en el que cualquier cosa era posible y estaba en venta.

Atraídas por la emergencia, las ONG se han reproducido silvestres. Ahora son más de mil y están empujando al  Gobierno a tomarse el problema de la pedofilia.

Hoy, desde la aduana hasta las recepciones de hoteles, el turista sexual se topa con advertencias disuasorias. La última campaña muestra la pared amarillenta de una siniestra cárcel y, sobrepuesta, la sombra amenazadora de unos barrotes.

"Para los pederastas, Camboya tiene los mejores barrotes ('barrotes' se escribe igual que 'bares' en inglés) del mundo", reza el cartel. Y no es todo retórica: decenas de extranjeros han sido juzgados y condenados en los últimos años, algunos después de haber torturado con prácticas sadomasoquistas a sus pequeñas víctimas.

Los esfuerzos del Gobierno han servido para que el abuso de menores no brille tanto a la luz del día. Sin embargo, la impresión de quienes trabajan contra la pederastia en Phnom Penh es que el número de abusos sigue estable, o incluso está creciendo.

"Los burdeles cambian de sitio, se esconden más y no es tan evidente, pero quien quiere encontrar sexo con menores lo encuentra sin dificultades. Los pederastas se organizan cada vez mejor y tienen una herramienta para ello con Internet. Además, las ONG consiguen meter entre rejas a muchos occidentales, que son un objetivo fácil, pero nos olvidamos que también hay pederastas japoneses, coreanos o chinos, y esos siguen actuando sin problemas porque no es fácil reconocerlos", explica Matt S., un veterano profesor estadounidense que vive en Camboya desde hace siete años.

Además de la corrupción y la dinamización del fenómeno, las ONG admiten que muchas veces son las propias víctimas, los niños, quienes no quieren cooperar con la Policía porque prefieren seguir prostituyéndose que trabajando de limpiabotas, vendiendo periódicos o rebuscando en la basura.

Al caer la tarde, en el paseo fluvial de Phnom Penh, algunos adultos de piel blanca juegan sospechosamente con niños de diferentes edades, mezclándose sin ruborizarse con parejas jóvenes y grupos de ancianos que pasan en este malecón camboyano las últimas luces del día.

"¿Buscas chicos o chicas? A mí me gustan las chicas y si quieres te llevo donde están las más jovencitas", propone un anciano centroeuropeo con la calva quemada por el sol y una camiseta sin mangas.